El triste y francamente atemorizante espectáculo brindado por Donald Trump el pasado martes en su discurso frente a sesión conjunta del Congreso americano, exhibe a un megalómano peligroso en la silla más poderosa del mundo.
Trump construyó un monumento a su egocentrismo, a los logros y avances —a su juicio históricos y sin precedentes— en tan solo 5 semanas de gobierno.
Fue una cadena de autoelogios a sí mismo, a su administración y a sus colaboradores que están haciendo todos “un trabajo fantástico”.
Hasta ahí podría haber quedado como un acto de vanidad política tan común y corriente en estos tiempos. Pero fue mucho más allá.
El presidente humilló a la oposición, se burló de los demócratas, los señaló como una fuerza desmemoriada, persecutoria, que utilizó la justicia en contra del propio Trump —hoy un criminal convicto— e incluso insinuó que se trata de una colección de corruptos.
Todo esto sin evidencia, claro está, como él acostumbra.
Al hablar de la Agencia de EU para el Desarrollo Internacional (USAID), caricaturizó a varios programas al burlarse de vacunas para mujeres en Kenia o programas de lactancia y nutrición en América Latina.
Fue hostil, insultante, soberbio, sin cualidad política alguna para conectar con quienes piensan distinto a él.
Pero por encima de todo, su mensaje y su postura agudizan gravemente la división en los Estados Unidos. No es un líder que pretenda unir a sus conciudadanos que, pasadas las elecciones, cierre ese capítulo y apunte a una nación unificada y en crecimiento. Todo lo contrario: mencionó con obsesiva frecuencia (más de 7 veces) al expresidente Biden, como el autor y causante de una serie de males en la Unión Americana.
Se ufanó vergonzosamente de la cancelación de toda política o programa social para la equidad de género, para la diversidad de género, para fomentar la tolerancia y el diálogo social.
Ha decretado que en Estados Unidos hay hombres y mujeres, echando por tierra años de programas y políticas para aceptar, incluir e integrar a minorías de diversidad de género. Se burló del movimiento LGBTQ+ afirmando que era un engaño y una distorsión.
Prohibió, en consecuencia, programas de aceptación o de acompañamiento terapéutico en escuelas y centros sociales para personas de identidades diferentes.
Prohibió protestas en centros educativos, bajo riesgo de expulsión a quienes no sean nacionales.
Prohibió que oficinas públicas, de gobierno o dependencias contraten a personas por su diversidad de género o preferencia sexual, y no por lo que él llamó sus capacidades y méritos profesionales.
Se acabó por decreto la inclusión en los Estados Unidos y, aunque no han iniciado ninguna política o acción para perseguir, despedir, marginar a personas que expresen su preferencia o sexualidad de forma manifiesta, es precisamente lo que sigue.
Sé que le podrá parecer desproporcionado afirmar lo siguiente, y le aseguro que lo digo con profundo respeto y mesura, pero estamos ante el nacimiento de un dictador estadounidense. Un tirano que impone sanciones, desacredita personas, estilos, creencias o preferencias, sin recato ni pudor alguno. Es el amo del país, controla el Congreso —ambas cámaras con mayorías republicanas— y ejerce una fuerte y dominante influencia en la Suprema Corte de Justicia. Pero le gustaría ser el emperador.
Es un fanático de “los hombres fuertes”, los tiranos absolutistas que controlan y deciden sin contrapesos institucionales ni gubernamentales. Admira a Putin (Rusia), a Erdogan (Turquía), a Xi Jinping (China) y a Kim Jong-un (Corea del Norte).
Desprecia y desaira a las democracias europeas, a sus líderes “atados por convencionalismos legaloides y partidos ignorantes” (discurso de campaña).
En Washington se habla de la venganza de Trump. El despido extendido y generalizado de trabajadores en múltiples oficinas públicas, departamentos y agencias gubernamentales, bajo el argumento del gasto excesivo y la burocracia inútil. De fondo, subyace un profundo sentimiento de venganza y desprecio porque los señala responsables de su fracaso electoral en el 2020 y, además, de haber frenado muchas de sus políticas en su primera administración. Hay protestas en las calles de Washington por despedidos, veteranos, burócratas que hoy son desempleados.
Durante el discurso, un representante del distrito 9 de Texas, Al Green, interpeló al presidente de pie, y fue expulsado de la Cámara por el líder Johnson citando un artículo del reglamento interno. ¡Vergonzoso!
La otrora democracia liberal más sólida del mundo, donde el contrapeso (checks & balances) institucional era tan fuerte que la política y el lobbying se construían con senadores, representantes, gobernadores y muchos actores de la escena política.
Hoy todos los republicanos son seguidores ciegos, focas aplaudidoras del tirano platinado que dispara insensateces al mundo entero.
Una guerra comercial en curso, una amenaza territorial y el cancelado apoyo militar a Ucrania, otras dos por tierra y control a Panamá (Canal) y a Dinamarca (Groenlandia) y solo llevamos 5 semanas.
¿Qué le va a pedir a México? ¿El litio? ¿Unos pozos petroleros?
A Canadá la amenaza todas las semanas con “anexarla” como el estado 51.
Oscuros momentos vive el mundo cuando la mayor potencia del planeta desprecia y rechaza el derecho internacional, se torna proteccionista en su economía y expansionista en territorio. Es el neoimperialismo. La fuerza del más fuerte, por las buenas, o por mi voluntad. (Pregúntenle a Zelenski).