El autor es decano de la Escuela de Ciencias Sociales de la UDLAP.
El “trumpismo” se refiere al movimiento político de Donald Trump y a su estilo de gobierno antiliberal. En lo comercial e industrial, busca una reindustrialización basada en la sustitución de importaciones aumentando sus aranceles frente al mundo, cerrando su economía y violando normas internacionales. Es el abandono del Nearshoring, Friendshoring y Alliedshoring que el gobierno Biden proponía como estrategia para diversificarse y competir frente a China, para imponer el Inshoring, donde todo deberá ser producido en Estados Unidos, convirtiéndolo en un país caro e ineficiente. Es el abandono de la competencia económica y la claudicación frente a China.
El libre comercio fue mal administrado en EU. Los grupos desfavorecidos por la apertura culparon a México y a China por su pérdida de empleo, cuando el cambio tecnológico fue un villano mayor. Los programas de apoyo para ajustarse frente al libre comercio fueron insuficientes. El gobierno americano en décadas recientes fue incapaz de lograr que los ganadores compensaran a los perdedores, corrigiendo una importante falla de mercado. La base electoral trumpista es profundamente anti libre comercio. En México, por varias razones, el libre comercio no logró reducir la pobreza que permaneció en altos niveles. En EU y en México el populismo triunfó prometiendo reivindicar a los grupos agraviados que se constituyeron en su base electoral. El populismo usa a la democracia para, frecuentemente, acabar con ella.
El trumpismo es una mezcla de ideología de extrema derecha, techno-fascismo, autocracia y ultranacionalismo. Es pariente del fascismo de las entreguerras del siglo pasado. Su enemigo es la empatía, la democracia y la gobernanza global. Tiene conflictos con sus empresas globalizadoras (automotriz, electrónica, entre otras muchas) a las que culpa por la pérdida de empleos. El trumpismo hoy ataca a sus universidades y les reduce el presupuesto a la vez que hostiga a los extranjeros en su país, afectando su desarrollo en ciencia y tecnología. El nacionalismo económico retrasa la capacidad de innovación de EU. El trumpismo económico le impone a la economía global y a México la necesidad de diversificarse frente a EU.
Previo a la negociación del TLCAN, se consideró negociar con EU y Canadá una de dos opciones: un tratado comercial o una unión aduanera. Se optó por lo primero, manteniendo la independencia de la política comercial para negociar acuerdos comerciales con otros países y regiones. Gracias a ello, México ha diversificado, aunque de manera insuficiente, sus relaciones comerciales mediante tratados con Asia (TIPAT y AAEMJ), Europa (TLCUEM y AELC) y con América Latina (Alianza del Pacífico y acuerdos bajo ALADI). México aceptó renegociar el TLCAN para contar con el T-MEC, mismo que Trump parece repudiar. Ante el trumpismo, México debe acelerar sus esfuerzos de diversificación con el mundo, debiendo aprovechar mucho mejor la vasta red de acuerdos con que cuenta, además de apoyarse más del mercado interno. Diversificarnos será un reto por la cercanía y tamaño del mercado estadounidense.
Convertirnos en una unión aduanera con EU sería un error. Los países de Europa Central y Oriental se integraron a la Unión Europea obteniendo fondos para desarrollar su infraestructura y logrando la movilidad laboral, renunciando a su política comercial. Es imposible que EU acepte una unión aduanera en dichos términos. EU está invitando a Canadá para que forme parte de la Unión Americana, lo que el segundo rechaza, pero no a México.
Una unión aduanera con EU significaría tener un arancel externo común dictado por Washington sin contar con otros beneficios. México sería una especie de estado asociado teniendo que renunciar a sus acuerdos comerciales, desistiendo de la posibilidad de diversificar su comercio.