La próxima semana es Semana Santa, un momento oportuno para reflexionar acerca de la generosidad en el ámbito de las finanzas personales. Y es que, en oposición a la idea tradicional que presenta la caridad como un gasto o una obligación moral, diversas investigaciones confirman que ofrecer ayuda a otros es una de las inversiones más provechosas en términos de bienestar individual y, sobre todo, un acto genuino y urgente para apoyar a quienes lo requieren.
Este fenómeno cuenta con el respaldo de la neurociencia y la economía conductual, que promueven administrar los recursos financieros con miras a generar riqueza material y, al mismo tiempo, fomentar el bienestar emocional propio y de los demás. Estudios muestran que las acciones altruistas, como hacer donaciones, activan de manera intensa regiones del cerebro relacionadas con el placer y la recompensa.
Sin embargo, aunque resulta evidente que estos actos aportan satisfacción, conviene subrayar que su principal motivación radica en el deseo genuino de asistir a quienes enfrentan mayores necesidades. Un análisis de la Harvard Business School concluyó que asignar apenas el 10 por ciento de ingresos inesperados a proyectos benéficos eleva la satisfacción un 42 por ciento más que destinar ese monto al gasto personal.
Desde una perspectiva financiera, ofrecer apoyo puede afrontarse de forma planificada mediante lo que se llama “presupuestación afectiva”. Esta técnica implica disponer de un porcentaje fijo para causas solidarias.
Un método sería hacer “micro” donaciones automatizadas, una práctica muy eficaz que baja la sensación de pérdida económica y sostiene la continuidad de la generosidad; además, investigaciones señalan que la recurrencia de estos actos ejerce mayor influencia que la magnitud total de lo donado.
Desde un ángulo estratégico, también representa una inversión en “capital social”. Cada aporte crea o refuerza lazos comunitarios, promueve reciprocidad indirecta, reduce los niveles de estrés y llega a ofrecer ventajas fiscales.
Incorporar la generosidad en la planificación financiera enriquece la vida de quienes reciben apoyo y ofrece una vía potente para forjar una comunidad más justa, empática y solidaria, a la par que eleva la satisfacción individual y fomenta un mayor bienestar integral.
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