En la “conferencia del pueblo” del 18 de marzo, el director general del IMSS anunció que 9 mil 423 médicos especialistas fueron contratados durante el llamado “draft” de reclutamiento. Destacó que este hecho representaba una cifra histórica, que el 53 por ciento de los nuevos contratados eran mujeres y que 21 estados del país habían cubierto el 100 por ciento de sus vacantes.
A simple vista, estas cifras podrían interpretarse como un avance contundente hacia el fortalecimiento del sistema de salud. Sin embargo, al contrastarlas con la evolución del personal médico y los derechohabientes adscritos a una Unidad de Medicina Familiar (UMF) el discurso se torna menos convincente.
Al realizar un análisis detallado de los informes oficiales (memorias estadísticas) del IMSS entre 2004 y 2023, encontramos que el número total de médicos especialistas creció de 18 mil 103 a 28 mil 317, lo que representa un aumento absoluto del 56.4 por ciento. Pero en el mismo periodo, la población adscrita a una UMF pasó de 41.2 a 62.6 millones de personas, un crecimiento del 51.9 por ciento. Al calcular la tasa de especialistas por cada mil derechohabientes, apenas pasó de 0.44 a 0.45, un incremento marginal del 2.9 por ciento en casi dos décadas, mientras que en el caso de los médicos familiares hubo una disminución del 0.33 a 0.32 en el mismo periodo. Es decir, el crecimiento en el número de especialistas ha sido prácticamente neutralizado por el incremento de la demanda.
Cuando se analiza esta proporción con mayor detalle, se evidencian retrocesos preocupantes. Especialidades como dermatología y cirugía general han reducido su proporción relativa respecto a la población adscrita. El número de neurocirujanos por cada millón de población adscrita es el mismo en dos décadas: tan sólo cinco especialistas.
Y aunque otras especialidades como oncología clínica y reumatología muestran ligeros aumentos porcentuales, estas continúan siendo insuficientes frente al aumento de pacientes con enfermedades que deben ser atendidas por estos especialistas. La aparente bonanza de nuevas contrataciones se diluye en una realidad donde las listas de espera se alargan y las cargas de trabajo se vuelven cada vez más extenuantes.
A esto se suma un factor estructural poco visibilizado en los discursos oficiales: el retiro masivo de médicos por jubilación. De acuerdo con los reportes del Sistema Integral de Administración de Personal (SIAP) del IMSS, en el periodo de 2015 al 2023 se jubilaron cerca de 13 mil 500 médicos especialistas, con un promedio de edad de 58 años.
Tampoco se habla de los médicos que renuncian. Utilizando los datos del SIAP y las contrataciones de los médicos del “draft” de los años 2019 al 2023 -que son los públicamente disponibles-, se infiere que casi dos mil médicos renunciaron al IMSS durante este periodo.
Existen cientos de testimonios en medios digitales de médicos que han abandonado el IMSS por razones estructurales: falta de insumos, violencia laboral, sobrecarga asistencial o condiciones de inseguridad en zonas de alta marginación.
Por ejemplo, el del relato de un joven anestesiólogo en un video viral, en donde señala que: “Renuncié al IMSS porque me pedían operar sin medicamentos ni monitoreo; porque cuando protesté, me acusaron de poner en riesgo el servicio”. Estas salidas silenciosas, aunque invisibles en los informes, impactan directamente en la capacidad real del sistema.
Por otro lado, la feminización del personal médico, destacada como avance en la misma conferencia, también exige una lectura más a detalle. Que el 53 por ciento de los nuevos especialistas sean mujeres es una buena noticia en términos de equidad.
No obstante, esta transición requiere adecuar condiciones laborales, incorporar perspectiva de género en la asignación de turnos, ampliar servicios de guarderías y prevenir el acoso institucional. La equidad no debe agotarse en la contratación, sino expresarse en el ejercicio profesional cotidiano.
En este contexto, hablar de “récords históricos” sin referirse a la tasa neta de cobertura por derechohabiente, a los flujos de entrada y salida de personal, o a la distribución territorial, es una narrativa que confunde éxito operativo con eficacia estructural.
Celebrar un número aislado de contrataciones, sin reconocer que muchos de esos médicos solo reemplazan a quienes se fueron o se jubilaron, es una omisión preocupante desde la perspectiva técnica y ética.
En un entorno donde el prestigio institucional se mide por resultados, no por anuncios, el IMSS debe ir más allá del relato de la “historia épica de la contratación” y avanzar hacia una narrativa basada en resultados estructurales, indicadores transparentes y mejora tangible en la atención médica al paciente.
Por ello es necesario hacer transparentes los balances netos de personal contratado, jubilado y renunciante, retener al personal médico dotándoles de los recursos físicos para desarrollar eficientemente su trabajo, mejorar su ambiente de trabajo impidiendo el acoso laboral y lo más importante escucharlos, porque contratar no significa necesariamente crecer.