Desde la segunda mitad de 2024, el Banco de México (Banxico) ha aplicado una política monetaria que ha seguido fielmente sus “guías futuras”.
Específicamente, desde la reunión de política monetaria de junio de 2024, la Junta de Gobierno (JG) ha anunciado su intención de recortar el objetivo de la tasa de referencia en la siguiente reunión, y ha sugerido el monto del ajuste.
Así, sus comunicados señalaron, en junio y agosto, la previsión de que el entorno inflacionario “permita discutir ajustes en la tasa de referencia”; en septiembre y noviembre, que ese entorno “permita ajustes en la tasa de referencia”; en diciembre, que “podrían considerarse ajustes a la baja de una mayor magnitud” y, en febrero de 2025, que la JG podría “considerar ajustar (la tasa) en magnitud similar”.
Estas pautas “predijeron” perfectamente los recortes de 25 puntos base en cada una de las últimas cuatro sesiones de 2024 y el de 50 puntos en la de febrero de 2025. Dada la última guía futura, parece no existir duda de que en el anuncio de mañana, la JG baje la tasa de referencia 50 puntos base adicionales, para dejarla en 9.00 por ciento.
Además, la JG ha revelado un posible piso para el descenso de la tasa de referencia, al aclarar que, en cualquier caso, los recortes preanunciados preservarán la “postura restrictiva” de la política monetaria.
Con base en sus comunicaciones, esta advertencia se refiere a que la tasa de interés real ex ante se mantenga por arriba de la cota superior del intervalo de “neutralidad” estimado por el Banxico. Tomando en cuenta que el Banxico calcula esta cota en 3.60 por ciento y, según su encuesta más reciente, la media de las expectativas de inflación para los siguientes 12 meses es de 3.9 por ciento, muchos analistas están “pronosticando” que la tasa de referencia podría caer hasta casi 7.50 por ciento.
Si bien ha simplificado la labor de los pronosticadores de la tasa de referencia, el curso preestablecido de la política monetaria del Banxico presenta deficiencias.
En primer lugar, los anuncios de la decisión monetaria de la siguiente reunión exacerban las limitaciones del enfoque de “mirar hacia atrás” (backward looking), el cual utiliza información que fácilmente puede resultar irrelevante ante nuevos datos sobre la inflación y sus expectativas.
La óptica largamente retrospectiva de la JG se ha manifestado, por ejemplo, en su predilección por celebrar que la inflación promedio de 2024 fue inferior al punto máximo de agosto y septiembre de 2022, sin advertir que en la segunda mitad de 2024, ésta se ubicó en 4.8 por ciento, 11 puntos base por arriba del de la primera mitad de ese año.
En segundo lugar, la predeterminación de la política monetaria del Banxico ha confirmado que la JG tiene una mayor urgencia de recortar la tasa de referencia que de alcanzar el objetivo de inflación de 3.0 por ciento.
Las guías que han antecedido a la creciente flexibilización de la postura monetaria empezaron a ocurrir inmediatamente después de la enésima posposición de la fecha de convergencia de la inflación a la meta prevista por el Banxico, y han coincidido con una postergación adicional, ahora para el tercer trimestre de 2026. A la luz de la reiterada costumbre, no pueden descartarse más retardos de la fecha de convergencia.
En contraste, la JG ha reflejado una excesiva certeza sobre la tasa de referencia supuestamente congruente con una trayectoria sostenible de la inflación hacia el objetivo. Ello a pesar de que durante el actual ciclo de aflojamiento, el balance de riesgos respecto a las proyecciones inflacionarias del Banxico se ha mantenido al alza. También, desde diciembre pasado, la JG ha desechado la prudencia ante los riesgos provenientes de los aranceles estadounidenses, al considerar que su materialización puede implicar, incluso, presiones a la baja de la inflación.
En tercer lugar, más importante, la JG no parece estar comprometida con la meta de inflación. Por ejemplo, según la minuta de la reunión de febrero pasado, la mayoría de los miembros destacó como fortaleza que las expectativas de inflación “se han mantenido ancladas”, mostrando indiferencia a que tal “anclaje” se encuentra en niveles muy superiores al objetivo.
Tal vez la mayor demostración de la falta de compromiso con la meta sean las abundantes alusiones en febrero a que la inflación llegó a una “nueva etapa”, en la cual la inflación subyacente es igual al promedio de 2003 a 2019. Esta evolución, que en realidad representa el regreso a esa “vieja etapa”, difícilmente puede considerarse promisoria, ya que, en igual lapso, la inflación general promedió 4.2 por ciento.
En lugar de exhibir complacencia y predeterminar el relajamiento, el Banxico debería favorecer una visión cautelosa y comprometida con el objetivo de inflación.