Se llevaron a cabo las reuniones de política monetaria de la Reserva Federal y de Banxico del mes de mayo, sin grandes sobresaltos. En movimientos plenamente incorporados por el mercado, la Fed decidió mantener sin cambios la tasa de fondos federales en 4.25 a 4.50 por ciento, mientras que Banco de México recortó la tasa de referencia en 50 puntos base en una decisión unánime para ubicarla en 8.50 por ciento.
Conocimos los datos de inflación del mes de abril. En Estados Unidos se observó una modesta sorpresa positiva al ubicarse ligeramente por debajo de estimados en 2.3 por ciento, apoyada por la caída en los precios de los alimentos, autos usados y ropa, aunque el precio de la vivienda se presionó, y continúa en niveles elevados. A pesar de la entrada en vigor de los aranceles, aún no se percibe de manera explícita los mayores precios que podrían ser trasladados a los consumidores, y pese al reciente acuerdo con China, los aranceles actualmente en vigor, son mayores que los que se tenían a principios del año, lo que pudiera apuntar a presiones hacia adelante.
Si bien es cierto que la volatilidad en los futuros de las tasas de interés ha sido considerable, cada vez, con mayor grado de certeza apuntan a que la Fed actuará de manera prudente y observará cautelosamente los datos. En ese sentido, se esperan dos recortes en el año, y no se efectuarán hasta la segunda mitad del año. Hay que recordar que la Reserva Federal tiene un doble mandato, y que los riesgos para la inflación son tácitos, al tiempo que el acuerdo con su principal rival comercial otorga un alivio temporal al escenario de profunda desaceleración. Es así que los incentivos están alineados a que –y muy a pesar de Trump– las tasas permanezcan en niveles elevados. Adicionalmente, hay que recordar que Jerome Powell, presidente de la Fed, ya cometió un error de política monetaria, cuando durante la pandemia calificó a la inflación como temporal, por lo que me atrevo a señalar que frente a un escenario menos adverso en términos de crecimiento, habrá de decantarse en mantener las expectativas de inflación bien ancladas.
En el caso de México, la inflación se ubicó en 3.93 por ciento, en línea con los estimados, pero ligando seis quincenas al alza, mostrando presiones en las mercancías y los servicios. Considero que el camino desinflacionario seguirá siendo complejo, y aunque no hay señales evidentes de que la inflación esté perdiendo el rumbo, la trayectoria desinflacionaria será muy modesta el resto del año. Con eso en mente, y tomando en cuenta que la inflación en los últimos 20 años ha promediado 4.3 por ciento, los agentes del mercado han estimado la continuación de un ciclo agresivo de recortes para las tasas de referencia, argumentando el “espacio” que tiene Banxico. Adicionalmente, el estado de debilidad por el que atraviesa la economía mexicana pareciera ser un argumento suficiente para demandar una tasa de interés menor, ante el debate de lograr el objetivo inflacionario con el menor costo de sacrificio.
Me preocupa la complacencia del mercado y de la propia Junta de Gobierno con respecto de la meta, pues es un hecho que Banxico no ha logrado alcanzarla de manera duradera. El riesgo para la conducción de la política monetaria en nuestro país, es que no se logre el objetivo del 3 por ciento, y que a la postre, comiencen a elevarse más rápidamente las expectativas de inflación, tras considerar que este nivel es lo mejor que puede conseguir el banco central.
Aunado a ello, llama la atención que señalan que el episodio inflacionario ha quedado atrás, al tiempo que consideran que los movimientos tan acotados que ha tenido el tipo de cambio les ha permitido holgar las condiciones monetarias. Esto parece señalar de manera implícita la preferencia por una función de conducción distinta a los objetivos que persigue la política monetaria.
Las posturas entre ambos bancos centrales son divergentes, a pesar de que ninguno ha logrado alcanzar su meta y los riesgos se mantienen sesgados al alza.