Uno de los argumentos del presidente Trump para justificar la imposición de aranceles a gran parte de las importaciones a Estados Unidos es que ayudarán a reducir el déficit comercial del país con el resto del mundo. Según Trump, este déficit es evidencia clara de que otras naciones han abusado y sacado provecho de Estados Unidos. Sin embargo, estas apreciaciones me parecen incorrectas.
El primer problema es asumir que un déficit comercial es negativo para el país que lo tiene. Estados Unidos ha tenido un balance comercial negativo desde los años setenta del siglo pasado y, sin embargo, ha experimentado un mayor crecimiento económico que la gran mayoría de economías avanzadas, muchas de las cuales, como Alemania y Japón, han tenido superávit comerciales en este período. ¿En dónde está la desventaja? ¿Cuál es la evidencia del abuso?
Un déficit comercial puede permitir a los consumidores acceder a bienes producidos en otros países a mejores precios. Además, si la inversión recibida que permitió financiar el déficit se destina a fines productivos, como infraestructura, educación o la lucha contra el cambio climático, se pueden aumentar las tasas de crecimiento potencial de la economía. Así, afirmar que un déficit comercial es intrínsecamente negativo para un país no tiene sustento alguno en la teoría económica.
El segundo problema de estos argumentos es suponer que los aranceles serán capaces de reducir el déficit comercial de los Estados Unidos. Esto no va a ocurrir toda vez que el déficit comercial se explica por factores macroeconómicos: Estados Unidos tiene un déficit de cuenta corriente –que, fundamentalmente, es un déficit comercial– porque su ahorro es menor que su inversión. La inversión es relativamente alta porque el país resulta atractivo ya que mantiene un mayor crecimiento económico que la mayoría de las economías avanzadas.
Adicionalmente, los extranjeros demandan activos estadounidenses, muy destacadamente bonos del Tesoro, porque el dólar es la moneda de reserva a nivel global gracias a la profundidad de sus mercados de capital, la fortaleza de sus instituciones, la apertura de la cuenta de capital y la certeza jurídica. ¿Acaso Estados Unidos querría perder estas ventajas?
Por otro lado, el nivel de ahorro es relativamente bajo debido a los elevados déficits fiscales que el país ha mantenido desde los años setenta. Esto no es una casualidad: el déficit comercial es, en buena medida, producto del déficit fiscal.
Así, por más que se impongan aranceles, mientras el ahorro de Estados Unidos sea menor que su inversión, el país continuará teniendo un déficit comercial. No solo eso, sino que los aranceles tendrían efectos negativos en la economía estadounidense. En particular, la harían menos eficiente y reducirían su crecimiento, favoreciendo el desvío de capital desde sectores competitivos hacia los menos eficientes sectores protegidos. Además, habría un aumento en el nivel de precios para los consumidores, ya que no todo el arancel sería absorbido por exportadores o importadores.
A su vez, este incremento en los precios limitaría la capacidad de la Reserva Federal para reducir las tasas de interés en la magnitud en que de otra manera lo habría hecho, lo que también podría afectar el nivel de empleo y el crecimiento económico. También hay que considerar que los aranceles golpearían a las economías de los socios comerciales de Estados Unidos, lo cual afectaría su capacidad de importar bienes desde ese país. Indirectamente, los aranceles terminarían perjudicando a los sectores exportadores de la economía estadounidense.
Quizá los aranceles puedan redirigir el déficit comercial de unos países a otros, pero no lograrán reducir el déficit total que tiene Estados Unidos y, además, generarán costos importantes.
Si el objetivo de la actual administración en Estados Unidos es reducir el déficit comercial –aunque, insisto, esto no debe ser un fin en sí mismo–, lo que realmente debe hacer el gobierno es reducir su déficit fiscal. Esto traería beneficios como la reducción de las tasas de interés, lo que podría fomentar la inversión y el crecimiento económico. Los aranceles no son el camino.