La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, lanzó el pasado 9 de marzo su propuesta para fortalecer la economía, donde se contempló continuar con los incrementos del salario mínimo. En los últimos seis años, México ha incrementado el salario mínimo más que cualquier país del mundo, sin que se tradujera en mayor inflación ni en desempleo, sino en una reducción histórica de la pobreza y la desigualdad.
Ya he mencionado cómo el salario mínimo incrementó el ingreso del 10% más pobre en más del 100% en términos reales. También sacó a 4.1 millones de personas (de un total de 5.1 millones) de la pobreza. Ha tenido muchos otros efectos indirectos positivos, como la reducción del 26% de la brecha salarial de género, una incidencia importante en la disminución de la rotación de personal y, posiblemente, un aumento de la productividad laboral en el largo plazo.
Sin embargo, hay otro efecto importante: el fortalecimiento del mercado interno. Con un ingreso más elevado, las y los trabajadores mexicanos pueden incrementar su consumo, ahorrar más e incluso invertir en su propia capacitación y educación.
De hecho, el salario mínimo está asociado con un incremento significativo en el consumo de los hogares. Por cada 10% que aumenta el ingreso laboral, el consumo se incrementa entre 0.8% y 0.9%. Por tanto, una política que continúe incrementando el ingreso de las personas trabajadoras hará que la economía mexicana sea mucho más resiliente y menos dependiente del extranjero.
Otros puntos importantes en el plan de la presidenta son la autosuficiencia alimentaria, la sustitución de importaciones y la inversión pública para generar empleos. Varios países del mundo han impulsado políticas industriales con éxito. Durante varios años, Corea del Sur desarrolló un programa de sustitución de importaciones que le permitió crear una industria propia con alto contenido tecnológico, convirtiéndose en uno de los países más industrializados y con mayor crecimiento económico del mundo. México puede aprovechar su posición geográfica estratégica y la presencia de empresas que ya tienen altos desarrollos tecnológicos para buscar el crecimiento por esta vía. Mientras que prioriza el bienestar de las y los mexicanos que más lo necesitan con políticas salariales que distribuyan los beneficios del crecimiento y la industrialización.
Otro punto es el promover la inversión pública para generar empleos. La evidencia señala que, gracias a la construcción de la Refinería de Dos Bocas, en Tabasco, y del Tren Maya, en el sureste del país, el empleo en la construcción creció mucho más que en otras partes del país, registrando un crecimiento del 14.4% de manera general, pero en Tabasco, Quintana Roo y Yucatán alcanzó tasas de crecimiento de 80.1%, 51.9% y 41.7%, respectivamente. De hecho, de acuerdo con un estudio preliminar de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami, 2025), un incremento del 10% en el gasto público en construcción se traduce en un aumento del 1.4% en el empleo de este sector, lo que refuerza la importancia de la inversión en infraestructura como impulsor del mercado laboral.
Finalmente, consolidar los programas sociales también será fundamental, no solo para ayudar a quienes menos tienen, sino para incrementar el consumo y fortalecer la economía. Otro estudio preliminar de Conasami (2025) indica que distintos programas sociales tienen un impacto importante en el consumo. Una vez controlando por diferentes características del hogar, las Becas Benito Juárez incrementan el consumo en 1.4%, las becas de educación superior en 2.7%, Jóvenes Escribiendo el Futuro en 3.7%, Seguros Jefas de Familia en 1.1% y Jóvenes Construyendo el Futuro en 1.5%.
En conclusión, la propuesta que hace la presidenta para fortalecer la economía es, sin duda, un gran ejemplo de cómo responder ante choques internacionales, como una posible guerra comercial, con políticas públicas encaminadas a incrementar el consumo y fortalecer la economía, sin dejar de lado la parte social, que beneficia de manera muy importante a quienes menos tienen.