Cristy tenía poco más de 50 años cuando empezó a trabajar con un subcontratista de limpieza y hacía turnos de 12 horas para pasar la aspiradora, fregar suelos y lavar baños en un edificio en obras. A pesar de estar expuesta al polvo y otros residuos, la mayoría de los días no le proporcionaban guantes, cubrebocas ni otros equipos de protección personal, y solo tenía acceso limitado al agua. Los turnos incluían dos descansos de 15 minutos y media hora para comer, y los jefes vigilaban estrictamente el tiempo. Los trabajadores que se sentían tentados a quejarse se frenaban por la amenaza de la deportación.
Este tipo de condiciones son habituales entre la enorme fuerza laboral indocumentada que sustenta los pilares de la economía estadounidense: la construcción, la agricultura, la industria manufacturera y la industria cárnica. Lo llamativo del trabajo de Cristy como limpiadora fue la figura que dirigía el sitio en el que trabajaba: el hombre más rico del mundo, Elon Musk, quien durante el año pasado avivó y aprovechó el sentimiento antiinmigrante para catapultarse al poder político junto al presidente Donald Trump.
Cristy fue una de los muchos trabajadores indocumentados que impulsaron la rápida expansión del imperio empresarial de Musk en las afueras de Austin, según entrevistas con defensores laborales, jefes de obra por contrato y los mismos trabajadores sin papeles. Bloomberg Businessweek habló con 10 trabajadores inmigrantes indocumentados que dijeron haber sido empleados por empresas externas para trabajar en las instalaciones de Tesla y SpaceX en el área de Austin. (Cristy pidió que Businessweek no revelara su apellido, mientras que otros trabajadores citados en este reportaje son identificados con un seudónimo para protegerlos de represalias. A varias otras fuentes se les concedió el anonimato para proteger las relaciones profesionales). Para verificar los vínculos de los trabajadores con Tesla, Businessweek revisó fotos y videos que algunos habían tomado en el trabajo; algunas personas hablaron junto con amigos y familiares que confirmaron detalles de sus historias. Nueve de las fuentes trabajaron en la gigafábrica de Tesla en Austin; otra ayudó a construir un sitio de SpaceX. Barriendo escombros, colocando tuberías y vaciando hormigón, estos trabajadores construyeron instalaciones que contribuyeron a hacer la fortuna de alrededor de 400 mil millones de dólares de Musk, a veces con un gran sacrificio personal.
Tesla ha experimentado un crecimiento sin precedentes en Austin durante los últimos cuatro años y medio, con la gigafábrica de más de 3 mil kilómetros como pieza central, el segundo edificio más grande del mundo en términos de volumen. Los trabajadores indocumentados han sido una presencia regular en el sitio desde poco después de que se iniciara la construcción en 2020, una época en la que Musk era una figura en gran medida apolítica. Estuvieron allí en 2023, el año en que Musk viajó a Eagle Pass, Texas, y examinó la frontera entre Estados Unidos y México con un sombrero de vaquero negro. En 2024, seguían trabajando allí mientras él respaldaba la campaña electoral de Trump, con donaciones de casi 300 millones de dólares. Algunos trabajadores indocumentados entrevistados por Businessweek dijeron que habían empezado a trabajar en el proyecto en los últimos meses, mientras Musk planeaba el Departamento de Eficiencia Gubernamental, que ahora dirige desde Washington, DC.
Los contrastes
Cristy, que ahora tiene 55 años, empezó a trabajar para un subcontratista de Tesla a finales de 2021, poco después de llegar a Estados Unidos desde su natal Honduras. Ganaba 16 dólares la hora y daba hasta 30 mil pasos al día mientras recorría el lugar para cumplir con sus faenas en un calor que podía superar los 36 grados. Cuenta que sus jefes les pedían no utilizar los bebederos para reducir al mínimo las pausas para ir al baño. Bebía sorbos a escondidas cuando podía, pero un día, mientras pasaba la aspiradora por una escalera mal ventilada, sufrió un golpe de calor y se desmayó. Después, tuvo una discusión con su supervisor sobre el incidente y fue despedida.
“Llegas a este país con el deseo de trabajar para poder ayudar a tu familia. Por eso, a veces, agachas la cabeza y aguantas situaciones que no deberías soportar”, dice Cristy. Pero con el tiempo, “comienzas a entender que tienes derechos”. Finalmente, decidió presentar una queja ante la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés), acusando a su empleador de condiciones laborales inseguras y represalias. En esta lucha legal la representa Workers Defense Project, una organización de Texas que defiende a trabajadores inmigrantes.
Los trabajadores indocumentados son el alma del sector de la construcción, especialmente en estados fronterizos como Texas, donde casi una cuarta parte de los trabajadores de la construcción carecen de permiso para trabajar, según la organización no lucrativa American Immigration Council. Un trabajador indocumentado dice que para trabajar en el sitio de Tesla presentó una identificación falsa, mientras que otro presentó la documentación de un pariente. Otros dicen que simplemente mostraron pasaportes de sus países de origen.
Sean Forkner, quien representaba a los miembros del sindicato de carpinteros United Brotherhood of Carpenters & Joiners cuando el proyecto de Tesla iniciaba, pensaba que la proporción de trabajadores indocumentados allí era típica de la industria, ni mejor ni peor. Iba al sitio al menos una vez al mes, y los miembros de su equipo lo visitaban al menos una vez por semana. “No había nada singular allí, era simplemente la escala del proyecto, era simplemente una lupa de las prácticas de la industria”, dice Forkner.
El año pasado, en sus numerosas publicaciones en las redes sociales sobre la inmigración, Musk criticó a las autoridades locales y federales por no hacer lo suficiente para investigar a los inmigrantes que aceptan. Él mismo trabajó sin papeles en Estados Unidos mientras lanzaba sus primeras empresas después de inmigrar desde Sudáfrica, según excolegas y documentos citados en un informe del Washington Post (Musk negó en X haber trabajado en el país de manera ilegal). En los últimos meses, Musk ha defendido la importancia de emitir visas para trabajadores extranjeros altamente cualificados, de quienes depende para llenar sus departamentos de ingeniería.
Los trabajadores indocumentados afirman haber contribuido también a las empresas de uno de los hombres más ricos del mundo. La gigafábrica de Austin ahora está ocupada produciendo Cybertrucks, y la construcción nunca se detuvo realmente; además, en octubre se conocieron planes para ampliarla aún más. La vecina ciudad de Bastrop se está convirtiendo rápidamente en otra extensión corporativa de Musk, Boring Company prueba allí su tecnología de túneles y ha sido elegida para ser la sede de la red social X, en tanto que la fábrica de SpaceX en el sitio duplicará su tamaño.
Tesla y SpaceX no respondieron a las solicitudes de entrevistas o preguntas detalladas para este reportaje. Musk no respondió a las solicitudes de comentarios enviadas a él y a su abogado antes de la publicación de este artículo.
¿Por qué estamos aquí si él no nos quiere?
Mientras Musk aumentaba su retórica antiinmigrante el año pasado, Samuel, un trabajador indocumentado que ayudó a construir la fábrica de SpaceX en Bastrop, se encontró haciéndose siempre la misma pregunta: “¿Por qué estamos aquí si él no nos quiere?”. Tras una pausa, él mismo se responde: “Lo acepta porque le cobran menos por el trabajo”.
En 2020, tras años de creciente tensión con las autoridades de California, Musk empezó a expandir sus operaciones en Texas. Su presencia allí incluye las instalaciones de SpaceX en las afueras de Austin y en el extremo sureste del estado, cerca de Brownsville, justo en colindancia con Tamaulipas; una planta de litio en la ciudad de Robstown; y la enorme gigafábrica en las afueras de la capital del estado, con una extensión de poco más de mil hectáreas. Según un exempleado de Tesla, con un calendario de construcción normal, la gigafábrica podría haber tardado siete años en completarse, pero la automotriz empezó la producción limitada de vehículos en 2021, apenas un año después de la colocación de la primera piedra.
Para imprimir esa velocidad, Tesla contrató a trabajadores de donde pudiera encontrarlos, usando contratistas que se coordinaban con sindicatos de plomeros, carpinteros y electricistas, entre otros. Esto a pesar de los enfrentamientos anteriores que Musk tuvo con la agencia gubernamental Junta Nacional de Relaciones del Trabajo (NLRB, siglas de National Labor Relations Board) por el supuesto despido ilegal de un activista sindical y el uso de Twitter para amenazar a empleados (una decisión inicial a favor de la NLRB fue finalmente revocada por el Tribunal de Apelaciones de EU para el Quinto Circuito). La necesidad era tan grande que los contratistas también recurrieron a intermediarios reclutadores que llevaban en autobuses a trabajadores del Valle del Río Grande, una región de cuatro condados situados a lo largo de la frontera con México donde trabajadores indocumentados tanto como ciudadanos estadounidenses reciben salarios más bajos, según Forkner y Joseph Hernández, un dirigente del sindicato de electricistas International Brotherhood of Electrical Workers. Pronto quedó claro que los ilegales estaban desempeñando un papel fundamental en el proyecto.
Las condiciones laborales variaban enormemente entre las docenas de contratistas y subcontratistas en la planta de Tesla. Algunos, como el principal contratista para estructura y tabiquería en yeso, MK Marlow Co., verificaban las credenciales de sus empleados a través de E-Verify, un sistema federal que los empleadores pueden usar para comprobar la elegibilidad. Pero ese requisito no se extendía a los subcontratistas, según Forkner y dos jefes de obra por contrato que trabajaron en la planta en los últimos años. Forkner recuerda que se le acercaban cuadrillas de 20 a 30 personas que trabajaban para otros subcontratistas de Tesla pero querían unirse al sindicato, pues los agremiados recibían pago por horas extra y sus contratos tenían fuertes protecciones de seguridad. Tuvo que rechazar a muchos de ellos, porque no tenían documentación que demostrara que estaban autorizados a trabajar en Estados Unidos. Algunos presentaron documentos que eran visiblemente falsos; otros no tenían ningún papel. Forkner estima que él y su equipo interactuaron con cientos de trabajadores que estaban en esta situación.
Hernández recuerda que a la oficina de su sindicato acudieron trabajadores que presentaron recibos de pago que demostraban que habían estado trabajando para un subcontratista en la planta de Tesla. Calcula que eran unos 20 en total. Manifestaron su interés en unirse al sindicato, pero desistieron al enterarse de que el contratista sindicalizado contrastaría su información a través de E-Verify.
La industria de la construcción ha lidiado durante años con la escasez de mano de obra, con un déficit estimado de más de medio millón de trabajadores en 2024, según la asociación gremial Associated Builders and Contractors. De allí que las empresas del sector dependan cada vez más de los trabajadores inmigrantes.
En proyectos de la escala de la expansión de Tesla en Austin, puede haber de tres a cuatro niveles de contratistas entre el propietario del inmueble y los trabajadores en la obra. Este esquema puede ampliar la cantidad de trabajadores potenciales, aportar experiencia en oficios particulares y proteger al propietario del riesgo en caso de negligencia. Pero también puede ayudar a proteger a los propietarios de la responsabilidad y rendición de cuentas, dándoles una negación plausible sobre los problemas en el sitio de construcción, según varios expertos de la industria. “La construcción consiste en externalizar el riesgo”, dice Cristina Tzintzún Ramírez, fundadora de la organización Workers Defense Project y hoy directora ejecutiva de la organización de jóvenes votantes NextGen America.
Los dueños de empresas que quieren asegurarse de que un proyecto se construya con mano de obra autorizada pueden insistir en que contratistas y subcontratistas verifiquen a todos los trabajadores a través de E-Verify. En algunos proyectos con estrictos requisitos de seguridad, como las instalaciones militares, los constructores hacen precisamente eso, o insisten incluso en que solo ciudadanos estadounidenses ejecuten el trabajo (E-Verify no es infalible; no detecta necesariamente a un trabajador que usa el número de Seguro Social de otra persona). Pero una política estricta de E-Verify no sería práctica en un trabajo de la magnitud de la fábrica de Tesla, dicen Forkner y otras fuentes.
Tesla instruyó a sus contratistas de construcción para que verificaran los permisos de trabajo y realizaran pruebas de drogas, según un exempleado en el sitio. Pero el fabricante de automóviles no monitoreaba que los contratistas cumplieran con sus deseos, lo que, según el exempleado, refleja una cultura de la industria de la construcción en la que los propietarios evitan entrometerse en los asuntos de las empresas que trabajan en el sitio. Mantener un suministro adecuado de mano de obra era bastante difícil; si solo unos pocos trabajadores se lesionaban o se enfermaban, las cuadrillas corrían el riesgo de retrasarse. “Eso siempre fue un desafío”, dice el exempleado. “Muchas veces nos faltaba personal”.
Para obtener un gafete de identificación en el sitio de la obra, los trabajadores se presentaban en una cabina donde los guardias de seguridad inspeccionaban sus documentos de identidad. Uno de ellos era conocido por rechazar documentos falsos; un exgerente de contratos en el sitio dice que el guardia “tal vez se lo tomó demasiado en serio”, mientras que era relativamente fácil pasar la prueba con otros guardias.
Otro gerente de contratos que trabajó en el sitio de Tesla en los últimos años dice que los miembros indocumentados simplemente presentaban pasaportes de sus países de origen. “Honestamente, si tenías un pasaporte mexicano, se te permitía obtener el gafete”, dice el gerente. “Ese era el único requisito”.
En la planta de SpaceX en Bastrop, a mediados del año pasado, Samuel vio un cartel que lo inquietó: para entrar, pronto se exigiría que los trabajadores presentaran identificaciones emitidas por el estado de Texas. La noticia lo preocupó; las únicas personas de su equipo que podían cumplir con ese requisito eran tres que habían nacido en Estados Unidos. Para diciembre, el requisito aún no había entrado en vigor.
En sus negociaciones con los contratistas, Tesla enfatizó que la velocidad era primordial. Las cuadrillas de construcción trabajaban las 24 horas del día, divididos en dos turnos de 12 horas. Algunas de las mejores prácticas no se cumplían, según ocho trabajadores de la construcción actuales y antiguos o representantes sindicales, incluido el exempleado de Tesla. Tres de los extrabajadores dicen que las áreas peligrosas del sitio no estaban señalizadas ni valladas, lo que aumentó el riesgo de lesiones. Un extrabajador que es ciudadano estadounidense recuerda que una vez, después de fuertes lluvias, un trabajador resbaló en un hoyo y era tan profundo que el agua le llegaba hasta el cuello. Para evitar que otros cayeran, el extrabajador terminó guiando a la cuadrilla con un tubo metálico para tantear la profundidad de los charcos y la firmeza del terreno.
Matthew Gonzales, gestor comercial del sindicato Laborers Local 1095, señala que sus agremiados le han descrito el sitio como un “caos”, la disposición de los materiales era desordenada, lo que obligaba a los trabajadores a “trepar por el desorden, abrirse camino por en medio o rodearlo” para realizar sus tareas. Andrew Fortin, un exelectricista del proyecto, lo llama “una gigantesca fábrica de conatos de accidentes”.
En 2021, después de recibir una serie de quejas preocupantes, Workers Defense montó una campaña conocida internamente como Red Apple para dar a conocer las condiciones de trabajo en el proyecto de construcción de Tesla. La organización habló con unas 40 personas que habían trabajado en el sitio y descubrió que los trabajadores de la construcción lidiaban con la falta de equipo de protección personal, calor extremo y una alta tasa de lesiones. Workers Defense también recibió reportes de que los contratistas estaban facilitando tarjetas falsas de OSHA, que certifican que los trabajadores han completado la capacitación necesaria sobre los peligros comunes de seguridad y salud en el sitio de trabajo. Según Sean Goldhammer, director de servicios legales laborales de Workers Defense, aproximadamente la mitad de los trabajadores encuestados dijeron que habían sufrido robo de salario, ya sea porque no les habían pagado por algún trabajo o porque no habían recibido lo acordado.
A medida que Workers Defense intensificaba la campaña, descubrió que Antelmo Ramírez, un ciudadano estadounidense de 57 años empleado por la contratista Belcan Services Group LP, había muerto de hipertermia o golpe de calor en Tesla; el medio de noticias Texas Observer reportó luego que Tesla no había informado a las autoridades locales sobre la muerte, violando los términos del acuerdo de incentivos fiscales que firmó con el condado de Travis cuando convino construir en la ciudad de Austin. Workers Defense presentó una queja ante OSHA (Administración de Seguridad y Salud Ocupacional) en nombre de un trabajador por el supuesto fraude con la tarjeta de capacitación en seguridad, además de la queja contra el empleador de Cristy. La organización también remitió casos al Departamento de Trabajo de Estados Unidos por el presunto incumplimiento de los contratistas de pagar a los trabajadores los salarios que se les debían (Workers Defense dice que no puede hacer comentarios sobre el resultado final de esos casos). Las preocupaciones sobre la seguridad persistieron tiempo después; un electricista, también contratado por Belcan, murió en la planta de Tesla el pasado agosto. Un portavoz de Cognizant Technology Solutions Corp., que recientemente adquirió Belcan, dice que los incidentes fueron anteriores a la compra de la empresa. Belcan negó las acusaciones hechas por la familia del electricista en una demanda después de su muerte, según documentos judiciales.
Después de dejar su trabajo con el subcontratista de Tesla, Cristy a veces se despertaba por la noche sobresaltada, soñaba que estaba de nuevo en la fábrica. Por las secuelas del golpe de calor todavía tiene dificultades para respirar en un clima caluroso. Sus supervisores en la compañía de limpieza (quienes, dice, se burlaban de ella y sus colegas por no hablar inglés) no parecían reconocer el alto precio que pagó por trabajar. “No vieron el daño emocional, mental y físico”, menciona Cristy. “No les importé, porque despiden a una persona y contratan a cinco más”.
En 2020, cuando se conocieron los planes de Musk de convertir Austin en la sede de la próxima planta de automóviles de Tesla, Workers Defense y otras organizaciones temieron que casos como el de Cristy pudieran ser el resultado. El equipo de Musk hizo saber que también estaba en conversaciones con otras ciudades, lo que llevó al condado a sellar el trato con el acuerdo de incentivos fiscales. Las preocupaciones planteadas por defensores laborales y políticos hicieron que el acuerdo estipulara protecciones de seguridad, incluido el requisito de que una filial de Tesla presentaría informes acerca de las lesiones y muertes en el lugar.
El acuerdo también requería que la filial de Tesla solicitara participar en el Programa de Protección Voluntaria de OSHA y garantizara que los empleados y los trabajadores por contrato recibieran capacitación de OSHA. Pero no contemplaba disposiciones para la supervisión independiente, de modo que el cumplimiento de estos requerimientos quedaba en gran medida a discreción de la empresa. La supervisión de terceros probablemente habría mejorado algunas de las condiciones laborales más preocupantes en el sitio, sostiene Goldhammer. “Estos problemas de robo de salarios, condiciones de trabajo inseguras y falta general de supervisión son algo que prevalece en la industria de la construcción, y no había ninguna razón para pensar que no ocurriría en este proyecto”, dice.
Las personas que trabajaron en el sitio refieren que las condiciones de seguridad mejoraron después de que la muerte de Ramírez saliera en las noticias. Y el exempleado de Tesla dice que escatimar en las medidas de seguridad pasó de ser tratado como un “error perdonable” a una “infracción que ameritaba despido” durante su permanencia en la compañía. Pero agrega que incluso cuando la seguridad se convirtió en una prioridad máxima, chocaba con el imperativo de trabajar rápido. A veces sentía que sus contratistas presionaban a sus trabajadores más de lo normal para causar una buena impresión. “Todos estaban de alguna manera agradecidos de estar allí, simplemente de estar en Tesla”, relata. “La gente se fijaba estas expectativas para tratar de impresionar a la empresa, y ponían en peligro la situación (de los trabajadores)”.
La construcción en la fábrica de Tesla se vio interrumpida en ocasiones por las visitas del propio Musk. Todos paraban en ese momento y se alejaban de sus áreas de trabajo. Las interrupciones eran breves, y un gerente de contratos dice que cree que se debieron principalmente a consideraciones de seguridad y ruido mientras Musk recorría el sitio con sus invitados.
Pero Fortin, el electricista que trabajó en la obra de la gigafábrica, tuvo la impresión de que Musk no quería ver a las cuadrillas: “Nunca quiso escuchar herramientas eléctricas, nunca quiso ver a nadie con cascos o equipos de protección usados en la construcción”.
En cientos de publicaciones en X el año pasado, Musk presentó una serie de narrativas nativistas sobre la frontera, afirmando con poca o ninguna evidencia que los demócratas estaban utilizando la inmigración para importar votantes, que los inmigrantes representan un peligro para la seguridad pública y que los recién llegados reciben un trato especial. En una publicación del 3 de febrero de 2024 que fue retuiteada unas 86 mil veces, se quejó de que los “ilegales” podían acceder a servicios financieros y gubernamentales. “¿Qué sentido tiene ser ciudadano si un ilegal obtiene todos los beneficios, pero no paga impuestos ni cumple con la obligación de fungir como jurado?”, preguntó (de hecho, muchos inmigrantes indocumentados pagan algunas formas de impuestos sin recibir beneficios reservados para los ciudadanos, de acuerdo con el Bipartisan Policy Center).
Es difícil, si no imposible, encontrar ejemplos en las publicaciones de Musk en las que hable de la importancia de la mano de obra inmigrante en las industrias de la manufactura y la construcción, o de las razones que obligan a muchos inmigrantes a abandonar sus hogares en primer lugar. Los trabajadores de la construcción que laboran y laboraron para Tesla entrevistados por Businessweek eran predominantemente padres de familia que habían migrado a Estados Unidos para mantener a sus hijos. Su único objetivo era mantener la cabeza baja y trabajar. Dos de ellos describieron cómo habían pagado los impuestos de la Seguridad Social a pesar de tener pocas expectativas de recibir los beneficios.
Una tarde de noviembre, después de terminar su turno, media docena de trabajadores se reunieron alrededor de la caja de una camioneta pickup en el estacionamiento de una gasolinera en el área de Austin. Destaparon unas Coronas y se pasaron una bolsa de chicharrones. Estas reuniones les permitían saborear un trozo de comunidad en un lugar que, según dijeron, se sentía inseguro para ellos últimamente. Mientras el sol se ocultaba, hablaron de la angustiosa experiencia de cruzar la frontera entre EU y México y del dolor de no poder regresar.
“Nadie está aquí por gusto, es pura necesidad”, dijo un hombre, mientras sus compañeros asentían con la cabeza. Uno dijo que se sentía como si “no existieran”.
El grupo incluía a un extrabajador de una planta de Musk: Joaquín, que había pasado gran parte de 2023 trabajando en las instalaciones de Tesla, ganando 30 dólares la hora como soldador por contrato. Había aprovechado la oportunidad de trabajar en la planta de Tesla porque era uno de los trabajos de construcción mejor pagados de la zona. Tenía pocas quejas sobre sus condiciones laborales, aunque dijo que ganaba menos que sus compañeros, y sospechaba que era “simplemente por los papeles”.
Los amigos de Joaquín lo consideraban el más trabajador de todos. Había estado ahorrando para ayudar a pagar la fiesta de quince años de su hija, sin esperanzas de asistir. No había visto a su única hija desde que salió de México hace casi una década. “Es el precio que uno tiene que pagar por estar en este país”, dijo.
Otros trabajadores indocumentados que pasaron tiempo en la planta de Tesla dijeron que, además del mejor salario, les había abierto puertas. Uno de ellos, Ricardo, dice que no había podido obtener una licencia especializada en plomería que le hubiera permitido conseguir trabajos comerciales bien pagados, porque ya había sido deportado una vez. Sin embargo, eso no le impidió conseguir un trabajo en la planta y, aunque ganaba 20 dólares la hora allí, había adquirido habilidades que utilizó en proyectos posteriores. Dice que recibió dos o tres mensajes de texto al mes el año pasado, instándolo a regresar.
Ricardo es un padre soltero con dos hijas adolescentes, ambas ciudadanas estadounidenses. Le preocupa que las despojen de su nacionalidad por los planes de Trump de poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento. Los que están en el poder, incluido Musk, simplemente dependen demasiado de la mano de obra inmigrante. “Estas personas que vienen a invertir, ¿cómo van a ganar dinero?”, pregunta. “Necesitan a alguien que duplique su dinero, que lo multiplique. Eso es lo que hacemos todos los migrantes”.
Juan, originario de Colombia, pasó casi un año trabajando para un subcontratista en el proyecto de Tesla. Como solicitante de asilo, tenía derecho a un permiso de trabajo, pero los solicitantes deben esperar meses para que les lleguen sus documentos, así que empezó a trabajar en Tesla con papeles falsos. Después de hacer grandes esfuerzos para comenzar su vida en Estados Unidos de la manera correcta, esperando meses en México para solicitar asilo y documentando meticulosamente las amenazas que enfrentaba en su país, dice que le dolió romper las reglas. Sintió que no tenía otra opción: “No quería hacerlo ilegalmente, pero si no trabajo, me muero de hambre”.
—Con la colaboración de Polly Mosendz y Kara Carlson
Lee aquí la versión más reciente de Businessweek México: