En toda crisis, siempre hay oportunidades, por lo que es importante identificarlas y aprovecharlas, ya sea para maximizar utilidades, o para minimizar las pérdidas y los posibles daños.
Lo primero que debemos entender, es que desde 1994, México firmó un Tratado Comercial con jerarquía legal similar a la Constitución, mientas que los EUA firmaron un Acuerdo Comercial cuyo valor legal es inferior a cualquier Ley nacional, y aunque el objetivo es el de facilitar el intercambio de bienes y servicios, y la no imposición de aranceles, los EUA, pueden invocar alguna Ley nacional, para imponernos aranceles de manera unilateral, mientras que México, legalmente, no lo puede hacer, solo responder en caso de que se los impongan.
Esto ya la habíamos comprobado en 2018, cuando de manera unilateral, Donald Trump impuso aranceles al Acero y al Aluminio que afectaron a México y a Canadá, amparándose en su Ley de Seguridad Nacional, por lo que esperar ahora, que el TMEC nos “defienda” legalmente para que no nos impongan aranceles, es ingenuo, por decir lo menos.
La primera enseñanza, entonces, es que no sigamos cambiando oro por espejitos, por lo que se debe buscar firmar un verdadero Tratado COMERCIAL cuyas disposiciones sean VINCULANTES legalmente para los Países firmantes, y no solo en México, para que sea una verdadera protección que proporcione certidumbre legal a las operaciones de comercio exterior.
De no ser posible esto, entonces se debe reformar la Constitución en México para eliminar a los Tratados Comerciales, de la disposición que les otorga máxima jerarquía legal, al menos para igualar el valor del poder vinculatorio de este instrumento.
Otra enseñanza que debemos capitalizar, es que el nuevo TMEC impuesto por Trump en su primer mandato, más que un Tratado Comercial, parece una carta de intención con el Fondo Monetario Internacional, estableciendo imposiciones de diversas índoles, más allá de lo comercial, que nuestro País debe cumplir, sin que haya disposiciones recíprocas, o espejo, para los demás Países firmantes.
Por ejemplo, no se justifica que en el clausulado del nuevo TMEC, se incluyan obligaciones a las empresas mexicanas, para manejar condiciones y aspectos Sindicales, de estricta aplicación particular y privada, y mucho menos, facultades a supervisores extranjeros, para “revisar” el cumplimiento de estas disposiciones, so pena de poder ser castigado con la imposición de aranceles, o incluso que se les niegue el ingreso de sus productos a los Estados Unidos. Simplemente inexplicable e inaceptable.
También, en el aspecto regulatorio, se exige al Gobierno Mexicano que de manera efectiva regule y supervise mercados importantes y sensibles para evitar prácticas contrarias al libre mercado, pero lejos de cumplir con estas disposiciones, se extinguen órganos autónomos como la Comisión Federal de Competencia Económica, y se nos dice que estas funciones las ejercerá, de manera directa, el Gobierno Federal.
La lección aquí, es que se evite incluir dentro del Tratado Comercial a renegociar, aspectos ajenos al estricto intercambio de bienes y servicios, además de la recomendación de que las jerarquías legales de lo acordado, entre los Países firmantes, sean equivalentes.
Por otro lado, cuando venza la segunda prórroga a la imposición de aranceles por parte de EUA, prórroga que NO obedeció a ninguna negociación o acuerdo alcanzado con México, sino más bien a presiones internas dentro de los EUA, el ofrecimiento es respetar las reglas de origen del renegociado TMEC, pero esto solo resuelve el problema para casi la mitad de las exportaciones mexicanas a los EUA, ya que el resto se exporta NO bajo las reglas del TMEC, sino de una cláusula conocida como la Nación Más Favorecida, y bajo esa facilidad, las exportaciones solo pagan un arancel del 2.5%.
De tal suerte, se ocupa renegociar el TMEC a la brevedad posible, y no hasta 2026, excluyendo del Tratado disposiciones y obligaciones que han sido añadidas, que nada tienen que ver con aspectos estrictamente comerciales, y que le imponen a nuestro País, obligaciones de carácter laboral, salarial, ecológico, y regulatorio, que no tienen por qué ser incluidas en una negociación de corte comercial, que incluso nos prohíbe firmar un acuerdo comercial con China.
Finalmente, otra lección que nos enseña esta situación conflictiva, es que debemos actuar más como verdaderos vendedores en el exterior, y menos como “toma pedidos”, ya que mucho de lo que exportamos, es porque nos lo vienen a comprar, y no porque nosotros hayamos buscado y conseguido la venta, y eso nos ha llevado a una elevada concentración de nuestras exportaciones hacia los EUA.
Las mayores exportaciones de México a EUA, son de vehículos y de partes para la industria automotriz, y no tenemos ninguna armadora mexicana, ya que han sido los extranjeros, los que han venido a nuestro País a producir, aprovechando la mano de obra barata, dada la cercanía con los EUA.
Otro ejemplo son las pantallas de televisión, donde solo el 5% del valor de las exportaciones que realiza México, es valor agregado generado en nuestro País, y 95% son importaciones de partes para ser ensambladas con mano de obra barata, por lo que es el extranjero el que viene a aprovechar para producir más barato.
Obviamente, en el caso anterior, la “aportación” del comercio exterior a la economía nacional, no es la suma de las importaciones más las exportaciones, como lo calculan nuestras autoridades, sino solamente el 5% del valor exportado.
Entonces, otra enseñanza, es que debemos diversificar nuestras exportaciones y buscar nuevos clientes activamente, y no esperar a que nos vengan a comprar.
En mi opinión, lo único rescatable de la respuesta (o la falta de ella) que hasta hoy han dado nuestras autoridades federales a las amenazas de Donald Trump, es no acudir a la promoción de falacias, como por ejemplo la “soberanía alimenticia” o la “autosuficiencia” energética o de algo más, y que no hagan un llamado a la “reconversión” para ya no depender de las importaciones provenientes de los Estados Unidos.
Quizás la amenaza que lanzó Trump, en el sentido de que aumentará sus aranceles en el mismo porcentaje que Canadá o México se los imponga, ha surtido un buen efecto aquí, porque aún no se habla de aranceles compensatorios, pero Canadá no se intimidó, y la escalación arancelaria para Canadá, ya fue ordenada por Trump.
Sin duda, este escenario de perder-perder ya se inició, y a pesar de que al final termine en términos amistosos, sin afectaciones económicas, el daño ya está hecho.