Siempre he pensado que México es el mejor país para nacer, crecer, estudiar, trabajar, tener familia, vivir y, para cuando llegue la hora, morir. La diversidad de nuestro territorio nos ha enriquecido culturalmente durante siglos. La innegable fusión de la cultura hispana con la indígena, hace más de cinco siglos, dio como fruto una sociedad única, con pros y contras, pero con algo especial, el mexicano bueno es sensacional, trabajador, alegre, bailador, bueno para el albur, familiar y quizá su mayor cualidad es la inmensa resiliencia que ha mostrado sexenio tras sexenio.
No hemos tenido buenos gobiernos, solamente menos malos; el país ha vivido épocas de crecimiento en infraestructura, comunicaciones e industria, pero siempre acechados por la nube negra de la corrupción, hasta el punto de que los ciudadanos lo hemos asumido por momentos como algo normal.
Lejos han estado siempre los gobiernos del verdadero bienestar de la gente; entre más jodida, más caldo de cultivo para manipular, mentir y desarrollar una capacidad casi inhumana del cinismo. Sean del color que sean, de la madera política que me digan, es lo mismo con huipil que con corbata.
En estos tiempos de nulo sentido común hacia la gente a nivel mundial, México recibe el coletazo de corrientes animalistas que lo único que pretenden es ganar más dinero humanizando a los animales, principalmente a las mascotas. El humanismo ha perdido, el animalismo se impone y bien reza el dicho: “no es peligroso un malvado, sino los miles de idiotas que lo siguen”.
Hoy es un martes negro para México; hoy da comienzo la era de las prohibiciones bajo la falsa moral de quienes no escuchan, de los que no quieren entender y que, para desgracia de este país, están en una posición de poder. Hoy o mañana, o muy pronto, será constitucional la prohibición. En el tema que a mí me atañe, la tauromaquia, se generó la tormenta perfecta en nuestra contra. Llegó al poder de la vapuleada CDMX Clara Brugada, confesa antitaurina de siempre. A su lado, como rémoras políticas, los diputados del Verde, que han sido el peor parásito político de México y que desde años atrás han sido la bisagra política de nuestro país. Han estado con la derecha, con el centro y hoy con la extrema izquierda. No han tenido logro alguno en el cuidado del agua; la deforestación que el crimen organizado ha llevado a cabo, ni siquiera se atreven a mencionarla. Con los animales no han propuesto otra cosa que prohibir las actividades que los mantienen vivos, siendo el siguiente paso la extinción de la especie. El Verde es un cáncer mortal para México.
La gravedad, más allá de la tauromaquia, es la nula voluntad política de verdaderamente escuchar, estudiar y entender la postura a favor del toro. Para ellos, somos todos los mexicanos simples cartas de cambio. Hoy te prometo esto a cambio de esto y te debo una.
Los activistas prohibicionistas son mucho menos que los mexicanos que gustamos y vivimos bajo los valores de la tauromaquia, que es mucho más que la lidia de un toro en una plaza y su muerte en el ruedo. Se nos hizo la tormenta perfecta en contra, el caldo de cultivo de la ignorancia, el resentimiento y un falso amor por los animales con el apoyo político que pretende dar una imagen de progreso, la cual es falsa a todas luces porque proviene de la prohibición.
La CDMX no será un mejor lugar para vivir; al contrario. Han provocado el desempleo de más de 20 mil personas que cada tarde de toros tenían trabajo legal y legítimo; ya no lo tendrán.
En absoluto disminuirá la inseguridad; los asaltos a lo largo y ancho de la metrópoli son el pan de cada día. La venta de droga y el cobro de derecho de piso a negocios chicos, medianos y grandes están desbocados. El transporte colapsa, la gente invierte horas y horas por lo ineficiente del transporte, no hay inversión alguna. Los ciclistas se juegan la vida por las calles; la plaga de motocicletas que no respetan en lo más mínimo el reglamento de tránsito se ha convertido en el mayor problema en las calles. La contaminación nos ahoga. Todo esto seguirá cada vez en mayor medida y nada mejorará al regular o prohibir las corridas de toros.
Si nos vamos al panorama federal, tristemente México está bañado en sangre, y no precisamente de los toros, sino de mexicanos víctimas del crimen organizado. Viajar por carretera es un albur; desde los pueblos más pequeños hasta las grandes ciudades de provincia padecen la inseguridad, el desabasto de medicamentos, el terrible servicio médico público y la deficiente educación nos rezaga, año con año, con el resto del mundo. Nada va a cambiar porque México sea antitaurino; al contrario, si sumamos el prohibicionismo, se irán ahora en contra de la charrería, la gallística, la equitación y cualquier otra ocurrencia de los verdes y los naranjas que entre todos no hacen un político mediano. Pobre México…