Las 21 heridas de arma blanca en cuello, torso y piernas, por las que murió John Edgar Kilheffer, de 46 años, el 17 de noviembre de 1985, marcaron el destino del joven mexicano Irineo Tristán Montoya, el segundo connacional ejecutado desde la reinstauración de la pena de muerte en Estados Unidos.
Fueron 12 años los que Tristán Montoya, originario de Matamoros, Tamaulipas, esperó en el ‘pabellón de la muerte’ su destino final: la ejecución por inyección letal, aplicada por autoridades de Texas.
Irineo tenía 18 años cuando fue encarcelado en la prisión de máxima seguridad de Huntsville, Texas, el 20 de octubre de 1986, como recuerda el diario argentino Clarín.
El mismo medio relató en su momento que el joven mexicano, quien apenas cursó hasta quinto de primaria, llegó, indocumentado y con 14 años, a buscar el sueño americano de ser pescador, pero todo se convirtió en una pesadilla.
El calvario desde su captura hasta su ejecución no fue solo de Irineo Tristán, sino también de sus padres, Honorio Tristán y Emilia Montoya, su madre, quien además de luchar por la clemencia para su hijo se enfrentaba al mismo tiempo a un cáncer pulmonar terminal.
A pesar de la intervención de autoridades mexicanas, desde federales y legislativas, de derechos humanos y agrupaciones de mexicanos en Texas, el entonces gobernador, y después presidente de EU, George W. Bush, siempre sostuvo que el joven tamaulipeco había tenido un juicio justo por lo que negó el indulto y conmutación de pena.
Un ‘raite’ que se tornó sangriento: Este fue el delito de Tristán Montoya
De acuerdo con el documento de apelación del caso, Montoya y un amigo, identificado como Juan Villavicencio, asesinaron a John Edgar Kilheffer, quien los subió a su camioneta para darles ‘un aventón’ del puerto de Brownsville, Texas, a su casa.
Según la declaración de Irineo, él mantuvo a la víctima en el asiento trasero mientras Villavicencio conducía el vehículo y habría sido quien lo apuñaló, pero un testigo en el juicio dio una versión contraria que le habría relatado el propio Villavicencio.
Ambos sujetos robaron las joyas, ropas y cartera de Kilheffer, cuyo cuerpo abandonaron en un huerto de pomelos.
Además del homicidio, durante el juicio, Irineo Tristán Montoya fue señalado de haber violado a una mujer y de haber agredido sexualmente y robado a otra, a quien amenazó con un cuchillo.
¿Cómo fue sentenciado Irineo Tristán?
Debido a la gravedad del homicidio, Irineo Tristán Montoya fue sentenciado a la pena de muerte en 1986; sin embargo, los recursos de apelación le permitieron prolongar su vida hasta el 18 de junio de 1997, cuando fue ejecutado con una inyección letal.
Uno de los principales argumentos que la defensa y su familia sostuvieron siempre para buscar la conmutación de la pena fue que el mexicano firmó una declaración en inglés, idioma que no entendía, y que fue engañado porque le dijeron que eran documentos para deportarlo.
Según cita el diario El Tiempo de Colombia, Irineo tampoco tuvo acceso a la asistencia consular como marca la Convención de Viena.
No obstante, ninguna de estas irregularidades hicieron cambiar de opinión a las autoridades texanas que, en aquel entonces, disputaban con dictaduras como la de Irak, y gobiernos absolutos como Irán y Arabia Saudita, como los más letales en la cantidad de ejecuciones públicas.
Las últimas horas de Irineo Tristán
Desde su captura, el mexicano sentenciado a muerte estuvo aislado, no pudo tener contacto con su familia, hasta horas antes de su ejecución, que logró hablar y abrazar a sus padres, a los que les dijo que era inocente.
“El sistema de Justicia en este país no funciona. Sólo funciona para los ricos, para los influyentes, no para las minorías. Si hubiera podido pagar una buena defensa, todos los cargos en mí contra habrían sido retirados”, habría dicho Tristán Montoya a diversos medios días antes de la fecha fatal, según El Clarín.
Vestido de pantalón verde y luego de haber pedido pescado para su última comida, Irineo Tristán Montoya, con 30 años cumplidos, llegó a la sala de ejecuciones, donde fue conectado a los barbitúricos que terminaron con su vida poco después de las 18:00 horas de ese 18 de junio de 1997.
De acuerdo con Los Angeles Times, el escritor y ganador del Premio Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, envió una carta a George Bush, para reclamar por la pena de muerte. “Una ofensa no borra otra ofensa, una vida no se paga con otra vida”.
Las últimas palabras de Irineo fueron, según Murderpedia: “Adiós, los esperaré en el paraíso, estaré esperando por ustedes, amo a mis padres, estoy en paz con Dios. Luchen por el bien”.
Conmoción social por ejecución de Tristán Montoya
Diversos medios mexicanos e internacionales relataron cómo durante los funerales de Irineo Tristán, cientos de mexicanos se congregaron para protestar por lo que, consideraron, el asesinato de un inocente.
Tras ser velado en Texas, el cuerpo del mexicano fue repatriado a Pueblo Viejo, Veracruz, donde pidió ser enterrado.
Pese al pasar de los años, el recuerdo de Irineo se mantuvo vigente. En 2021, el medio local 10.1 El Poder de tu Imagen, acudió al panteón de La Purísima Concepción, en Pueblo Viejo, Veracruz, para relatar como en el aniversario de la ejecución varias personas acudieron a dejar flores a su tumba.
En tanto, su cómplice Juan Villavicencio, de Matamoros, Tamaulipas, fue acusado de asesinato capital, pero luego fue sentenciado a 7 años por entrega de sustancias controladas. Logró salir en 1988, pero en 1991 regresó a prisión con una pena de 20 años por un robo a un edificio.
Esta es la segunda entrega de los mexicanos ejecutados por Estados Unidos, en la anterior conocimos la historia de Ramón Montoya Facundo, y en la siguiente presentaremos el caso de Mario Benjamín Murphy Rodríguez.