Los tiempos que estamos viviendo no solo son los de crisis de la democracia liberal, sino que con la llegada de líderes autocráticos al poder de las naciones más poderosas de la tierra se está transformando la geopolítica y las grandes instituciones multilaterales que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial, generando una gran incertidumbre sobre lo que está por venir.
Ahora, la llegada de la ultraderecha a la potencia más poderosa aún del mundo es la coronación de la última etapa del populismo de la primera etapa, que fue de amenaza y golpeteo a la democracia constitucional. Hoy estamos en un cambio de era, de un nuevo momento histórico que no sabemos a qué conducirá.
El caso de la llegada, por segunda ocasión, a la Casa Blanca por parte de Trump está moviendo el tablero internacional no solo, insisto, por un golpe a la democracia en el país, donde justo la democracia moderna nació, sino que, además, en esta ocasión Trump llega al poder de la mano o por el gran capital, de los magnates del tecnocapitalismo y de grandes intereses financieros que, sin pérdida de tiempo, están usando el poder para abarcar más propiedad a sus intereses, generando una gran tensión global por las ambiciones desmedidas que han anunciado y la forma arrebatada en que lo están haciendo para mostrar su lado más incivilizado.
Quieren quedarse con Groenlandia, recuperar bajo amenaza el Canal de Panamá, controlar las llamadas “tierras raras” de Ucrania, su gas y petróleo, han retirado los apoyos a organismos internacionales tan importantes como la Organización Mundial de la Salud, no aceptan las resoluciones de la Corte Penal Internacional, o los acuerdos sobre medio ambiente firmados en París por 196 países, y presionan a la Unión Europea para que invierta más en defensa, amenazando con reducir el financiamiento a la OTAN y muchos más etcéteras que es dar una patada en el tablero internacional para decir que Estados Unidos de América está de regreso en el liderazgo del mundo, de manera unipolar.
Las cosas, sin embargo, no son tan simples como Trump y su camarilla lo está viendo, porque justo hay nuevas potencias que vienen situándose hace rato como actores en un mundo más complejo y en una economía muy globalizada. China y la India han avanzado con una influencia no solo regional sino en otras zonas del mundo, y tienen no solo una fuerza económica sino también militar y política con varios de sus socios.
La Rusia de Putin puja desde hace un cuarto de siglo para situarse como una fuerza global, que si bien en lo económico no lo ha logrado, en el plano político, con su forma de gobierno, ha influenciado a otros líderes que han accedido al poder bajo el modelo autocrítico, pero que con sus recursos del gas y el petróleo mantiene una permanente presión sobre la Unión Europea y sobre la OTAN, amén de que bajo esa estrategia avanza en la expansión territorial de lo que fue la antigua URSS, generando no solo guerras y tensión en la región sino en el mundo con sus acciones de invasión.
La misma Unión Europea, aún y con todos sus problemas y algunas resistencias a la influencia que ejercen desde Bruselas a sus miembros, son en unidad una fuerza económica, cultural y política muy importante a nivel global, y ahora más que nunca está obligada a demostrarlo.
En nuestro caso, México tiene, desde 1994, un Tratado Comercial con Estados Unidos y Canadá, que nos ha permitido mantener la economía y una modernización de la planta productiva que se supo estratégicamente aprovechar en ese tiempo el contexto internacional de la caída del muro de Berlín y el surgimiento de la Unión Europea, amén de nuestra inevitable vecindad de más de 3 mil kilómetros en la frontera norte, pero tenemos también problemas comunes como el tráfico de drogas, armas y personas indocumentadas que, aún en términos de cooperación y buen relación, son temas complejos de gestionar.
Y hay que señalar también la incapacidad de crecer decentemente para generar empleos bien remunerados para nuestra población.
El bajo crecimiento económico y la violencia en los últimos años han incrementado sustancialmente la migración mexicana, que si bien ha aportado una gran cantidad de recursos vía las remesas, justo ahora con las amenazas de Trump de las deportaciones y en un momento en donde es posible que este mes técnicamente entremos en recesión, y una violencia imparable anuncian tiempos aún más difíciles para nuestro país en medio de la polarización y la descomposición institucional, y destrucción democráticas que el obrdorato ha realizado en los últimos seis años, y hasta donde estamos viendo, sin una estrategia para enfrentar el delicado momento del trumpismo.
La amenaza de Trump de su política arancelaria para China, la Unión Europea, Canadá y México en el corto plazo, sin duda, será inflacionaria y negativa para los consumidores norteamericanos, pero daña también a la economía global y obvio, a la mexicana, reduciendo la producción, aumentando el desempleo en muchos mexicanos, bajando la inversión y reduciendo los ingresos públicos vía impuestos sobre la renta, lo que da una presión más a las deterioradas finanzas públicas, tanto en el cumplimiento de los gastos de los programas sociales, así como de los compromisos del pago de las deudas, amén de unas empresas públicas como Pemex y la Comisión Federal de electricidad (CFE), con pérdidas como recién se acaba de reportar, el populismo autocrático del obradorato no solo ha sido destructivo para la democracia y el Estado de Derecho, ahora está día a día evidenciándose su colusión con los cárteles, pero también ha sido corrupto e inepto en la gestión gubernamental.
Con la presión diaria del gobierno de Trump sobre México, el gobierno morenista mantiene su actitud polarizante y una narrativa de enredo que no sabemos a dónde lo habrá de llevar, por ejemplo, eso de que los 29 NO EXTRADITADOS fueron entregados por ser un amenaza a la seguridad nacional, cuando el mismo secretario de seguridad pública dijo apenas que en este gobierno han detenido a más de 13 mil integrantes de los cárteles, la pregunta que se impone es: ¿esos miles más, los que ya estaban presos, no son amenaza a la seguridad nacional? o ¿Por qué solo 29?, ¿si son organizaciones terroristas, según
el gobierno de Trump, entonces qué hará el gobierno mexicano? ¿Cuál es la estrategia, la propuesta concreta como alternativa a la imposición de aranceles y para que la economía nacional crezca? ¿Qué medidas hay para contener la entrada irregular a nuestro país de migrantes? Ahora bien, ¿cuál será la respuesta de los cárteles a la política de “expulsión” a los Estados Unidos de sus integrantes o líderes por parte del gobierno? ¿Se recrudecerá aún más la violencia por esta acción?, muchas, sin duda, son las interrogantes y el horizonte se ve aún más oscuro de lo que de por sí ya vivimos; ¿el trumpismo es acaso en este cambio de era la fase superior del populismo autoritario que busca matar la democracia e inaugurar un negro horizonte para el mundo?