Susan Sontag escribía hace medio siglo que “cualquier programa serio para la liberación de las mujeres debe comenzar por la premisa de que la emancipación no se trata sólo de ‘igualdad’. Es acerca del poder”. El emprendimiento ofrece una oportunidad excepcional para alcanzar dicho poder. No es gratuito que los movimientos feministas surgieran durante la revolución industrial, cuando por primera vez las condiciones obligaban y promovían el financiamiento de grupos que antes funcionaban en un estado de completa dependencia. “La demanda de la igualdad en los salarios no ataca el sistema de los estereotipos sexuales”, continuaba Sontag, porque dicha igualdad depende de que el mercado laboral sea indiferente al género. El emprendimiento ofrece una solución, similar a la del cogito cartesiano: la naturaleza de la empresa, como la de la mente, es neutral.
Organismos como la Coparmex trabajan en favor de la libre empresa, cuyo fortalecimiento abona a la emancipación de las mujeres, porque empresas fuertes lideradas por mujeres crean sociedades justas y prósperas. Así demuestra una investigación que evaluó la reducción paulatina de las barreras que encuentran las mujeres a la hora de emprender, publicado este año por el Journal of Monetary Economics Female entrepreneurship in the U.S. 1982-2012: Implications for welfare and aggregate output. Cualitativamente esperamos que el aminoramiento de los obstáculos produzcan una mejoría en general; por primera vez tenemos datos relacionados con la productividad y el bienestar. Los resultados indican que haber facilitado el acceso al crédito y a las redes de apoyo o mentoría empresarial produjeron un incremento de 116 por ciento en el bienestar de las mujeres emprendedoras (y una disminución de tan sólo 5 por ciento entre los hombres), un incremento de 3 por ciento en el bienestar de los trabajadores y un crecimiento de casi 4 por ciento en la producción agregada. Estos datos confirman que hacer lo correcto es lo más rentable, que más y mejores empresas significan más y mejores empleos.
Otra investigación (Hurst, 2011) menciona que 54 por ciento de los emprendedores identifican razones no pecuniarias para decidirse a establecer un negocio. Estas motivaciones giran en torno al empoderamiento individual, uno de los objetivos del programa económico feminista, por encima de la mera igualdad de género. Según datos del INEGI, de 2021 a 2023 el número de Pymes dirigidas por mujeres creció en 183 por ciento. A pesar de ello, la Asociación de Emprendedores de México (ASEM) contabiliza que 82 por ciento de las 6 millones de mujeres emprendedoras operan en la informalidad. La informalidad y la falta de acceso a financiamiento y mentoría profesional son obstáculos que frenan a las empresas mexicanas, por lo que vencerlos impulsa tanto a la economía nacional como a la lucha que conmemoramos el próximo sábado. Finalmente, no podemos dejar de señalar otro eje del programa económico hacia el poder: la paridad en el trabajo doméstico. De acuerdo con la doctora María Elena Esparza Guevara, presidenta de Ola Violeta A.C., de cada 4 personas dedicadas a los cuidados del hogar, 3 son mujeres que destinan hasta 66 por ciento de su tiempo al trabajo no remunerado, que contrasta con el 29.7 por ciento de los hombres en las mismas tareas. En términos económicos, la desigualdad nos cuesta mucho. En la Coparmex entendemos que la libertad de las mujeres y la consolidación de las empresas pueden ser grandes aliadas, porque a todas nos conviene más mujeres con dinero.