Las relaciones de poder —y la diplomacia como una de sus manifestaciones— recorren distintos pasillos, unos públicos y formales, otros discretos e incluso clandestinos. Es sabido de los buenos oficios que ejercía Gabriel García Márquez para ayudar a su amigo el comandante Fidel Castro en distintas mediaciones, o los realizados por el propio presidente cubano en favor de México. En una ocasión, Castro transmitió al jalisciense Gabriel Jiménez Remus una invitación a la isla caribeña a una delegación encabezada por Felipe Calderón y compuesta solo de legisladores panistas. Como solía hacer el comandante, al concluir los trabajos oficiales, por la noche, invitó a Calderón a conversar. Tras varias horas de reunión privada, el líder panista volvió a la casa de protocolo y llamó a Jiménez Remus para contarle: “¡¡¡Me pidió que votemos en favor del Fobaproa!!!”.
José Mujica no fue ajeno a este tipo de experiencias en los diez años que recorrió el mundo como expresidente, respaldando a la izquierda latinoamericana a su estilo, a su ritmo. Ya en tiempos del tetrateísmo, el expresidente boliviano Evo Morales agradeció al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, salvarle la vida al concederle asilo político. Sin embargo, a los pocos días de su llegada a México, la presencia locuaz del boliviano y las presiones estadounidenses acumulaban incomodidades. No era posible dar marcha atrás y cualquier giro podía provocar una reacción incontrolable de Evo, del tamaño de “Comes y te vas” del affaire Fox-Castañeda-Castro.
La solución fue un ejemplo de habilidad política y solidaridad internacional. Se arregló que el presidente cubano Miguel Díaz-Canel invitara a Evo a una visita “médica” y que, desde ahí, viajara a Argentina, sin volver a México y sin que, formalmente, se interrumpiera el asilo. Una conversación de José Mujica (que coincidía en la ciudad) con Evo Morales facilitó esa ruta que liberaba a México.
La visita de Mujica en 2019 estuvo completa: impartió la conferencia “En defensa de nuestros pueblos” en el Encuentro Latinoamericano “México ante los extremismos: el valor de la cultura ante el odio”, organizado por Enrique Márquez, entonces a cargo de la unidad de Diplomacia Cultural de la cancillería; acudió a la Universidad Iberoamericana a reunirse con estudiantes y recibir el doctorado honoris causa de mano de los jesuitas; estuvo en el informe presidencial en la plancha del Zócalo y en Palacio Nacional; sostuvo la discreta reunión con Evo Morales, además de conceder una multiplicidad de entrevistas con tal generosidad que los que a su muerte han escrito sobre él lo tutean (compartieron reflexiones profundas y confesiones sinceras solo para ellos, aunque pocos hablan de su gobierno). Al concluir su visita, Mujica confesó que, si se tuviera que quedar con una sola actividad de lo vivido, sería la reunión con los estudiantes porque “el futuro está en la nueva inteligencia social”.
El legado de Mujica
El Frente Amplio que llevó a José Mujica a la presidencia estaba antes que él (Tabaré Vázquez) y seguirá después. Ahora obtuvo una cuarta presidencia (no continua) con Yamandú Orsi, quien tomó posesión apenas en marzo pasado.
El gobierno de Mujica transformó a Uruguay en un modelo de progresismo pragmático, con avances en derechos sociales y reducción de desigualdades. Las reformas más conocidas son culturales (derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, matrimonio igualitario, legalización y control estatal de la marihuana…) y sus políticas públicas se orientaron a reducir desigualdades con programas como “Uruguay Crece Contigo” (atención a la primera infancia) y “Plan Juntos” (viviendas cooperativas). Sus panegiristas dicen que supo perdonar a quienes lo torturaron; sus críticos dicen que no se atrevió a hacer justicia.
Más allá del catálogo de aforismos al estilo Yogi Berra en el que se regocijan sus admiradores y que sintetizan su posición radical anticapitalista, crítica de la sociedad del consumo, Mujica nos legó dos grandes lecciones de política:
1. La política puede ser decente y los políticos congruentes.
2. La izquierda de la generación de Mujica fracasó. Porque es una generación que se propuso hacer grandes cambios sociales sin lograrlo. Comenzó en la insurgencia y ganó elecciones en democracia, pero no consiguió transformaciones profundas cuando llegó al poder, porque no se dio cuenta de que el primer cambio necesario es cultural. Triunfar, para Mujica, no es que la izquierda llegue al poder, ni conservarlo, si desde ahí no logra transformar como se lo propuso. La izquierda en el poder fracasa si no consigue usar el poder para transformar. Serán las siguientes generaciones, esa nueva inteligencia social, la que podrá hacer otro mundo posible.
Lectura sugerida: Chomsky & Mujica: Sobreviviendo al siglo XXI de Saúl Alvídrez (Debate).
Gracias a LGCH por su apoyo invaluable.