Salvo que este miércoles el presidente Donald Trump vuelva a echarse un giro de 180 grados y recule en sus sanciones comerciales, México será incluido en el paquete global de aranceles de 25% a sus exportaciones. El gobierno de Claudia Sheinbaum parece haberse resignado, como dejó ver el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, al adelantar que buscarán un trato preferencial con Estados Unidos. Para que mejor se entienda, fracasaron los intentos de persuasión de que los aranceles perjudicarían más a Estados Unidos que a México, y la presidenta concedió: sí, nos afecta más a nosotros por la integración económica de la industria automotriz.
Cuando menos, por ahora, el discurso nacionalista lo puso bajo llave y ya no convocó a un mitin de 350 mil personas en el Zócalo para mostrarle a Trump que su músculo es fuerte y que al llamado a la acción, entonarán el Himno Nacional. La teatralidad se ha agotado. La realidad es que todos los elogios en México y en el mundo sobre su cabeza fría y la mano de torera para lidiar con Trump, sirvieron para que no la maltratara, pero no para ganar concesiones arancelarias. Era evidente, pero no había objetividad, sino ilusiones ópticas. Justin Trudeau, exprimer ministro de Canadá, que enfrentó a Trump al decirle que estaba haciendo tonterías, cedió menos que Sheinbaum. Su sucesor Mark Carney le respondió que impondrían aranceles que dolerían más a Estados Unidos, y Trump le llamó por teléfono para negociar “una nueva relación económica”, que es a lo que aspira Sheinbaum.
Las expectativas domésticas de que la forma no confrontativa le estaba haciendo ganar espacios con Trump se quedaron truncas. Los avances eran relativos, frente a la manera como iba entregándole a Trump todo lo que pedía. Un ensayo de David Frum publicado en The Atlantic –la revista que dio a conocer los chats de altos funcionarios de Estados Unidos planeando un ataque contra los hutíes– el viernes pasado, lo explica claramente para una audiencia extranjera que ha elogiado su manejo. “Otros aliados de Estados Unidos deben estar impresionados y envidiosos”, escribió. “¿Cuál es el secreto de Sheinbaum? ¿Cómo está salvando a su país de las intimidaciones de Trump y (el vicepresidente JD) Vance?”
“La respuesta es clara, pero no es la que la operación en redes sociales de Palacio Nacional está tratando de proyectar. Contrario a las apariencias, el secreto de Sheinbaum es el apaciguamiento. La razón de que la presidenta de México no ha sido criticada por su complacencia con Trump es que la oposición política y los medios independientes del país están demasiado abrumados como para identificar la política por lo que es (nota del autor: no todos eludieron el tema). Pero la evidencia ahí está”.
Trump hizo demandas precisas a Sheinbaum, recordó Frum, y todas fueron cumplidas: cooperación más activa para frenar migrantes; recibir deportados, aunque no fueran mexicanos; darle un enfoque más militar al combate a las drogas; aranceles a China, y que México se someta de manera educada a esta extorsión, sin hacer mucho ruido.
Al presidente le importa mucho que tengan deferencias a su poder, argumentó Frum. Trudeau no lo hizo; todo lo contrario, lo desafió y se burló de él. En contraste, añadió, Sheinbaum nunca menciona a Trump por nombre y cuando responde a sus acciones agresivas contra México, es cuidadosa en no contradecirlo en público, con lo cual se ha ganado sus elogios. “Pero –se preguntó Frum–, ¿han tenido éxito sus métodos para defender a México del proteccionismo y las agresiones de Trump? ¿Pueden ser emuladas por otros? Las respuestas son ‘en realidad no’ y ‘no’.”
La argumentación de Frum es provocadora para una audiencia extranjera, aunque no es tan novedosa en México. El modelo de apaciguamiento de Sheinbaum no lo pueden emular otras naciones, afirmó, pero en particular las democráticas, porque un prerrequisito de su estrategia es que encabeza una sociedad que está consolidando un partido hegemónico, con medios sujetos “a restricciones cada vez más estrictas y al control gubernamental.
“Sheinbaum puede permitirse estar sometida a la coerción de Trump porque cuenta con mayorías abrumadoras en el Congreso, no tendrá elecciones legislativas hasta 2027, y ha implementado mecanismos para manipular esas elecciones cuando se realicen”, profundizó. “La biografía política de Sheinbaum es de izquierda, pero hoy la fisura política más importante no es la difuminación de la distinción entre derecha e izquierda, sino en el creciente conflicto entre liberales e iliberales, democráticos y autocráticos”.
La relación de Trump con el expresidente Andrés Manuel López Obrador fue entre iguales, populistas con tendencias autócratas, que detestaban a los medios independientes y eran ideológicamente anti-establecimiento. No existe esa relación con Sheinbaum –hay factores subjetivos, como el que sea mujer y de origen judío, que pesan en el psique del presidente–, pero a cambio de eso, la presidenta tiene en el régimen iliberal que encabeza –que se profundizará con la elección popular de los juzgadores– un apoyo no para negociar mejores condiciones en la relación con Trump, sino el sustento para que las cesiones que le haga no tengan repercusiones políticas y sociales en casa. El dominio de Morena, López Obrador y la línea dura que encabeza, le pavimenta el camino para estas concesiones que le han quitado independencia y soberanía a su gobierno sin mayor costo.
Trump no ha tratado bien a México, pero sí a ella. Es un poco confuso, pero Frum lo explicó en The Atlantic: “Mientras México sigue los pasos de Estados Unidos en la iliberalidad, su liderazgo se ve sorprendentemente favorecido por el Washington de Trump, junto con Rusia, Arabia Saudita y El Salvador. En contraste, Canadá, otro aliado cercano de Estados Unidos, se ha visto condenado a unirse a Ucrania, Dinamarca, Panamá y las democracias de Europa y Asia Oriental en la lista de enemigos de Trump.
“La estrategia de Sheinbaum parece haber tenido éxito sólo en el sentido que otros están perdiendo todavía más. Su política de apaciguamiento puede ser el camino menos malo para México, pero también debe ser visto por lo que es, no interpretándola equivocadamente como una resistencia con coraje, que definitivamente no es”.