Dice la mitología griega que Teseo, fundador de Atenas, regresaba victorioso de Creta a bordo de su embarcación Argo, acompañado de sus discípulos atenienses. A lo largo del camino tuvieron que cambiar aquellas partes del barco que habían sido dañadas en la batalla o que se desgastaban con el paso del tiempo y los embates del mar. Cuenta la leyenda que los valerosos marineros cambiaban las tablas dañadas y podridas por otras de madera más fuerte, lo que le dio la solidez a Argo para regresar a casa.
¿Esa embarcación renovada era la misma que había zarpado antes de la batalla? Esa es la Paradoja de Teseo, que plantea el dilema filosófico de que, si algo se renueva con el paso del tiempo, es el mismo en esencia o estamos ante algo completamente nuevo.
La paradoja es aplicable a todo aquello que desea permanecer en el tiempo por una necesidad de identidad, sin negar las razones mismas del cambio. Ese dilema está plasmado hoy en la Constitución Política de México, que el pasado miércoles cumplió 108 años de haber sido promulgada por el entonces presidente Venustiano Carranza y al día de hoy ha registrado 841 reformas, según las apreciaciones de Francisco Burgoa, abogado constitucionalista y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Al igual que los discípulos de Teseo, que cambiaron tablas dañadas y podridas de su embarcación, presidentes y legisladores de poco más de un siglo se han dado a la tarea de cambiar “las tablas” de la Constitución para adecuarla a cada uno de los tiempos presidenciales y a la realidad de la sociedad mexicana.
Las reformas a la Constitución son seis veces más que la cantidad de artículos contenidos en la Carta Magna; son apenas 20 artículos los que no se han modificado desde 1917 y esta es una de las razones por las que se ha planteado desde varias instancias políticas la instalación de un Congreso Constituyente para sustituir el documento que nos ha dado identidad durante más de un siglo.
En la búsqueda de una justificación para crear una nueva constitución que se adecue a las necesidades del actual régimen, dentro de la clase política en el poder se argumenta que, como hace 100 años la constitución de 1917 justificó los objetivos de la Revolución Mexicana, una nueva Carta Magna cerraría el periodo neoliberal y daría sentido a la cuarta transformación que dio por concluido el tiempo de los tecnócratas.
Sin embargo, la realidad que hoy ostenta el partido en el poder y el actual régimen es que no necesitan hacer un nuevo documento constitucional. Con las mayorías simples y calificadas en ambas Cámaras logradas por el partido Morena, resulta más pragmático ir cambiando lo que vayan necesitando, aun sin la presencia de la oposición, en lugar de invertir la mitad del segundo periodo de Morena en el poder para promulgar una nueva Constitución.
Lo que veremos serán iniciativas de reformas que modifiquen la estructura de nuestra Carta Magna, como ha sucedido en los últimos periodos presidenciales. Vale la pena destacar que fue Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México 2006-2012, quien logró la aprobación de 36 reformas a la constitución y Carlos Salinas de Gortari solo la modificó en 15 ocasiones. Pero la importancia no radica en la cantidad, sino en la profundidad de los cambios estructurales logrados.
Con Salinas de Gortari recordamos las modificaciones al emblemático artículo 27 constitucional en 1992, que finalizó el reparto de la tierra y a los ejidatarios les dio la posibilidad de enajenar sus parcelas, lo que hoy es un tema de controversia ante el crecimiento desordenado de las manchas urbanas en el país, donde en el pasado eran tierras de labor. Qué decir de la gran reforma al artículo 130 constitucional en donde se estableció una verdadera relación entre las iglesias y el Estado en donde la Iglesia Católica funcionaría como la interlocutora principal.
De Felipe Calderón recordamos su reforma fiscal, la reforma al sistema de pensiones, su reforma energética que al final fue modificada por la oposición de ese entonces y la reforma laboral que catapultó la creación de empleos aún no alcanzada en la actualidad. Algunos “marineros de Teseo” que llegaron después se dieron a la tarea de quitar las “tablas” que colocaron los anteriores y el periodo de Andrés Manuel López Obrador será recordado como el régimen que desmanteló lo construido en el pasado y con mucho esfuerzo.
La presidenta Claudia Sheinbaum, en sus cuatro meses de administración, lleva dos propuestas de reforma: una para dar marcha atrás a la reelección de cualquier servidor público y otra más en contra del nepotismo. Vivimos en una República Democrática Constitucional, en donde la Carta Magna está por encima de cualquier interés personal o de servidor público y es la que norma nuestra vida dentro y fuera del país.
Cuidarla e interpretarla correctamente es un deber de todos, un deber que emana de arriba abajo para su cuidado y debida interpretación. La leyenda dice que los discípulos de Teseo renovaban el Argo con tablas nuevas y más fuertes; así queremos que se dé mantenimiento a nuestra Constitución para que nos lleve a buen puerto.