Es difícil no hablar de la guerra comercial que se avecina con la imposición de los aranceles Trumpianos del 25 por ciento a Canadá, China y México.
¿Qué tan grave y qué tan largo será este conflicto? Es difícil saberlo, pero podemos darnos una idea de las consecuencias principales que las altas tasas de aranceles traerán para los países involucrados. Habría impacto en el nivel de precios de los productos importados y también un golpe en el crecimiento económico; quizá más para México y Canadá, pero sería muy inocente pensar que no habría repercusiones económicas para los Estados Unidos también.
Según dice Trump, el argumento principal para imponer un arancel del 25 por ciento a los productos mexicanos es por el flujo de migrantes indocumentados y por el tráfico de drogas ilícitas, particularmente el fentanilo que mató a casi 75 mil personas en los Estados Unidos en el 2023.
Independientemente de que en México deberíamos de mejorar sustancialmente la estrategia contra los cárteles de la droga, reducir su poder corruptor y de incrementar el costo de operar y traficar de estupefacientes para desincentivar sus operaciones, también los Estados Unidos deberían hacer algo en relación con el consumo.
En donde hay demanda, hay oferta. Aunque los cárteles mexicanos dejen de meter sus productos al mercado de los Estados Unidos, si la demanda por drogas ilícitas se mantiene en ese país, alguien más encontrará la manera de vendérselas.
Cualquiera que lea la prensa mexicana y las notas relacionadas con el narcotráfico, podría concluir que hay una relación estrecha entre los cárteles mexicanos con algunos gobiernos locales y agencias de seguridad en los diferentes niveles de operación en el país.
Pero más allá de lanzar acusaciones espasmódicas lo que deberían de hacer los gobiernos de ambos países (México y Estados Unidos) es diseñar y ejecutar estrategias coordinadas para reducir la demanda en el mercado americano, y cancelar operaciones de protección, producción, distribución y comercio de drogas desde México.
Creo que la estrategia de imponer aranceles a los productos mexicanos como presión para reducir el tráfico de drogas está totalmente fuera de lugar, pues una guerra comercial en uno de los principales y mayores bloques comerciales del mundo, vendría a debilitar la cadena de suministro mundial y potencialmente podría detonar un efecto dominó proteccionista en otras economías regionales.
Un incremento en los aranceles a cualquier producto importado tiene consecuencias inflacionarias. A menos que el importador, se “coma” el incremento en sus costos y prefiera reducir su margen de utilidad en lugar de traspasar ese costo adicional al consumidor, a través de un incremento en el precio del producto.
Según estimaciones de economistas de Goldman Sachs calculan que aranceles del 25 por ciento a todos los productos importados de Canadá y de México podría incrementar el nivel de precios en los Estados Unidos un 0.7 por ciento, y podría reducir el Producto Interno Bruto de ese país en un 0.4 por ciento en el año.
Independientemente de si estas estimaciones son correctas o no, lo que sí es una realidad es que los aranceles incrementarán los precios de los productos importados. Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, México produjo de enero a julio del 2024 casi 2.3 millones de vehículos ligeros, con un promedio mensual aproximado de 300 mil unidades, de mantenerse dicha tendencia se estarían produciendo un total de 3.6 millones de vehículos en el 2024; de los cuáles cerca del 80 por ciento se exportan al mercado de los Estados Unidos.
Un arancel a la importación del 25 por ciento a todos estos vehículos encarecería el precio para el último consumidor, a menos, nuevamente, que las compañías decidan absorber todo o una parte de ese sobrecosto.
Adicionalmente, ante la inseguridad de cuánto tiempo se mantendrá dicha tarifa punitiva, las empresas norteamericanas manufactureras en México quizá reduzcan su ritmo de producción para reducir las importaciones de esos productos, al hacerlo ocasionarían una gran cantidad de despidos en México, pero al mismo tiempo ocasionarían escasez de dichos productos en el mercado de los Estados Unidos, generando nuevamente un incremento en el precio de los productos escasos, es decir, inflación.
Por cualquier lado que lo veamos, los aranceles son inflacionarios. Imaginemos que una televisión ensamblada en México tiene un precio de venta de $250 dólares, pero imaginemos que en realidad tiene un costo de producción de $100 dólares, más $50 dólares de transportación, y otros $50 dólares de almacenamiento y costos diversos, esto hace que el costo para el vendedor sea de $200 dólares, si el precio de venta del TV es de $250 dólares tendría una utilidad de 25 por ciento.
Un arancel del 25% a la importación incrementaría el costo de $100 a $125 para introducir el TV al mercado de los Estados Unidos, más los otros $100 dólares de costos, por lo que el margen de utilidad se reduce de $50 dólares (25 por ciento) a $25 dólares u 11.11 por ciento.
El vendedor o el importador de este TV tendrá que tomar la decisión de incrementar el precio del TV a $281.25 para mantener su margen original del 25 por ciento, o de absorber este incremento en sus costos.
Finalmente, quien termina pagando el efecto del arancel es el consumidor o el importador del producto. Y por cierto, los $25 dólares cobrados por el arancel, en este ejemplo, se van a la bolsa del gobierno federal.
Claro que los aranceles también traen consecuencias graves para los países origen, en este caso México, Canadá y China.
Por lo pronto, al momento en que escribo estas líneas, el tipo de cambio se encuentra por encima de los $21.20 pesos por dólar; esta depreciación del peso podría ser una medida que compense el costo adicional de los aranceles, pues la depreciación del peso frente al dólar haría los productos mexicanos más baratos lo que compensaría el incremento de los aranceles; pero la depreciación del peso también trae consecuencias negativas para la economía mexicana, pues al mismo tiempo se encarecen los productos que importamos, por lo que nosotros estaríamos pagando precios más altos de todos los productos importados.
No sé hasta donde pueda llegar la depreciación del peso frente al dólar, pero creo que en estos primeros días de febrero en que entran en vigor los nuevos aranceles en los Estados Unidos, el mercado estará reaccionando de manera especulativa principalmente; pero sí creo que la nueva estabilidad del peso frente al dólar rondará los 21 pesos mientras dure este episodio Kafkiano, ahora Trumpiano.