El maíz, más que un alimento, es el corazón de la cultura mexicana. Su importancia trasciende lo agrícola y lo nutricional, pues está profundamente arraigado en las tradiciones, rituales y cosmovisión de los pueblos originarios de México. La reciente reforma constitucional que prohíbe el cultivo de maíz transgénico en territorio nacional no solo es un acto de protección biológica y alimentaria, sino también una declaración de identidad y defensa cultural.
La reforma, impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum y aprobada por la Cámara de Diputados con 382 votos a favor y 88 en contra, modifica los artículos 4° y 27 de la Constitución para establecer que el cultivo de maíz en México debe ser libre de modificaciones genéticas producidas mediante técnicas biotecnológicas. La prohibición, publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF), entró en vigor el 18 de marzo de 2025, y tiene como objetivo preservar la biodiversidad, proteger la soberanía alimentaria y honrar la herencia agrícola del país.
El maíz es el pilar de la dieta mexicana y el eje de las creencias y tradiciones ancestrales. Según el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, los dioses moldearon al hombre a partir de la masa de este cereal, dándole vida y conciencia. Para los pueblos mesoamericanos, simboliza la fertilidad, el ciclo de la vida y el vínculo sagrado con la tierra.
Las antiguas civilizaciones, como los mayas y los mexicas, desarrollaron complejas técnicas agrícolas basadas en su cultivo. La milpa, sistema que combina la siembra de maíz, frijol y calabaza, es una de las prácticas agrícolas más sostenibles y eficientes del mundo. Este sistema permite que las plantas se complementen entre sí: el maíz ofrece soporte para que el frijol trepe, el frijol fija el nitrógeno en el suelo, y la calabaza protege el suelo con sus hojas anchas, creando un ecosistema equilibrado.
La tortilla, el tamal, el atole y el pozole son solo algunos de los alimentos icónicos que lo tienen como base. La nixtamalización —el proceso de cocer el maíz con cal para obtener una masa nutritiva y maleable— es una técnica ancestral que ha sido transmitida de generación en generación. Sin el maíz, la gastronomía mexicana, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, perdería gran parte de su riqueza y autenticidad.
La adición al artículo 4° de la Constitución establece que el cultivo de maíz en México debe mantenerse libre de modificaciones genéticas que superen las barreras naturales de reproducción o recombinación. Esto significa que queda prohibido el uso de semillas transgénicas, mientras que cualquier otro uso de maíz genéticamente modificado deberá ser evaluado para garantizar que no represente un riesgo para la biodiversidad, la salud o el patrimonio biocultural del país.
El artículo 27 refuerza el compromiso del Estado mexicano con la promoción de sistemas agrícolas tradicionales y sustentables. La protección de las variedades nativas permitirá conservar la riqueza genética de este grano, adaptado durante milenios a las condiciones climáticas y geográficas de México. El maíz criollo, en sus múltiples colores y formas, es el resultado de siglos de selección y cultivo por parte de las comunidades rurales, quienes han protegido y enriquecido este patrimonio genético.
El maíz transgénico es aquel que ha sido modificado genéticamente mediante técnicas de biotecnología para introducir genes de otros organismos, con el fin de conferirle características específicas como resistencia a plagas o tolerancia a herbicidas. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que no existe evidencia concluyente de que el consumo del transgénico represente un riesgo para la salud humana, las preocupaciones sobre su impacto en la biodiversidad y la soberanía alimentaria —el derecho de un país a definir sus propias políticas para garantizar el acceso a alimentos sanos y culturalmente apropiados— han impulsado la prohibición de su cultivo en México.
La reforma llega en un contexto de tensión comercial con Estados Unidos y Canadá, socios de México en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). En diciembre de 2024, un panel de resolución de controversias determinó que México no había presentado evidencia científica suficiente para justificar la restricción de importaciones de maíz transgénico, lo que obligó al gobierno mexicano a levantarlas.
Sin embargo, la nueva reforma constitucional se centra únicamente en la siembra y el cultivo de maíz transgénico en territorio mexicano, reforzando el derecho del país a proteger su biodiversidad y su patrimonio agrícola. No obstante, alrededor del 40 por ciento del maíz que se consume es importado, principalmente maíz amarillo, mientras que el maíz blanco se abastece principalmente con producción nacional, para satisfacer la demanda alimenticia, el que nos llega del exterior podría ser transgénico, lo que plantea desafíos adicionales para garantizar la protección de las variedades nativas y la soberanía alimentaria.