Se tardó unos años. Tal vez 10 desde la planeación original y la forma en que Vladímir Putin, presidente de Rusia, diseñó y operó el control y la manipulación de Donald Trump.
Desde la campaña electoral americana del 2015, cuando millones de mensajes fueron disparados desde sospechosos robots en Europa del Este hacia ciudadanos estadounidenses para atacar, mentir y calumniar a la entonces candidata demócrata Hillary Clinton, hasta hablar de la debacle americana. Mensajes, según las investigaciones de ciberseguridad forense publicadas por el Pentágono y la CIA, tendientes a menoscabar el espíritu del partido demócrata en EU, al tiempo que fortalecían sentimientos nacionalistas, religiosos y conservadores.
Existen evidencias en esos reportes que señalan mensajes como que “Hillary iba a esterilizar a todas las mujeres del medio oeste americano”. El FBI anunció la puesta en práctica de medidas muy poderosas para blindar las redes sociales y las plataformas digitales de Estados Unidos. Pero tal vez esta sea la gran historia del siglo XXI. Tal vez incluso no la lleguemos a saber, pero supera la sospecha o el control. ¿Cómo es posible que el presidente de los EU se convierta en el principal aliado de Rusia y su tiránico líder?
Los hechos apuntan a que hoy martes sostendrán su primera conversación telefónica desde el regreso de Trump a la Casa Blanca. La agenda establecida son los eventuales acuerdos de paz para Ucrania y las difíciles condiciones que Putin exige desde el Kremlin. La más importante es la garantía americana de que la OTAN no intentará, una vez más, reclutar a Ucrania entre sus filas y acercar a los aliados atlánticos a las fronteras con Rusia.
Pero esa es la política y diplomacia; el tema será el territorio, los ciudadanos, los recursos naturales y las minas.
La historia registra que cuando un país pierde una guerra frente a otros (frente, alianza, etc.), el país perdedor debe otorgar reparaciones por el daño causado. Lo hizo la Alemania nazi a varios países europeos y al entonces naciente Estado de Israel, pero lo hizo Japón también a los Estados Unidos.
Rusia invadió Ucrania dos veces en la última década (2014 y 2021), le arrebató parte esencial de su territorio, amplios segmentos fronterizos con Rusia, y causó severos daños a la infraestructura energética, industrial y productiva de ese país. ¿Se le va a perdonar así como así?
Ucrania pide recuperar el 100% de su territorio (algo que se ve más que imposible): la península de Crimea, el control de sus puertos y su salida al mar. Además, compensaciones económicas y garantías de que Rusia no lo intentará una vez más en el futuro. Se niega a firmar un documento que asegure que nunca más intentará solicitar o convertirse en miembro de la OTAN.
El problema para Europa es aún más complicado, después de que ha pasado años —los últimos tres— enviando miles de millones en ayuda económica, militar, alimenticia y logística. Ahora el problema es que Trump y los Estados Unidos cambiaron de bando. Ya no interesa a Washington proteger y resguardar el territorio ucraniano; de hecho, está bastante de acuerdo en que Rusia conserve todo el territorio invadido. Más aún, el que pide compensaciones por la ayuda militar y económica a Ucrania es el propio Trump. ¡Inaudito!
Europa se enfrenta hoy a un dilema grave que representa confrontarse con EU, desafiar a Trump y continuar —como anunciaron hace 10 días— ofreciendo respaldo amplio a Ucrania en contra de Rusia.
Para los miembros de la Unión Europea y de la OTAN, Rusia representa una auténtica amenaza para la paz europea. ¿Quién garantiza que al orate asesino de Putin no se le ocurra ahora ir por Polonia o los Bálticos?
Zelenski no estaba loco cuando se acercó a la OTAN. No está fuera de sus cabales al buscar la protección y la ayuda de la Alianza Atlántica. Sentía la amenaza, preveía las hostilidades. Ya habían perdido, sin que el famoso “mundo libre” —tal vez el más grande error de Barack Obama— hiciera nada, la península de Crimea en su totalidad.
Ahora será Trump quien acuerde los términos, quien funja como el intermediario y quien, además, como una señal humillante de superpotencia, negocie con el agresor, sin invitar a la mesa a los agredidos (Ucrania) ni a los aliados naturales (Europa y la OTAN). Será Trump quien negocie un cese al fuego inmediato para preparar los acuerdos de paz, bajo la presión —extorsión— a Zelenski de que acepte bajo cualquier circunstancia.
Putin sale absoluto ganador frente al mundo, defendido y representado —ni más ni menos— por Donald Trump, su admirador, su alfil, su abogado. ¡Increíble!
Le fallaron a Putin los cálculos en el tiempo, porque no estaba en la ecuación la victoria de Joe Biden y la salida de Trump. Fueron 4 años más de sanciones europeas y americanas, pero todo indica que saldrá ganador.
¿Y Europa? ¿En qué equipo juega? Hoy los 27 integrantes de la Unión regatean ayuda y posicionamiento. Cercanía con la frontera en conflicto o lealtades más que evidentes de Hungría y Eslovaquia hacia el Kremlin debilitan al bloque.
La humanidad ya vio esta película en la Alemania de 1933, en 1935-36, en aquella paz de papel que el desafortunado Neville Chamberlain aseguraba haber conseguido del puño y letra de Adolfo Hitler. Todos supimos después lo que esa paz valió.
De rodillas colocará Trump a Ucrania frente a Putin, y en consecuencia, Europa tendrá que retirar su apoyo “incondicional”.