Una semana y media de sobresaltos parecen no haber alterado los pronósticos de mercados y analistas acerca de la economía mexicana, y la apuesta sobre su desarrollo sigue adelante. Sin embargo, como sucede en los negocios y en la vida, la fortaleza de las economías es un proceso que en ocasiones debe medirse en días. Ese es el momento en el que nos encontramos.
Con los dos socios comerciales en medio de una compleja transición política, la certeza felizmente se ha ubicado en nuestro país y eso ayuda a que la iniciativa privada, la nacional y la internacional, continúe comprometiendo inversiones, ofreciendo puestos de trabajo y colocándose al lado del gobierno en dos momentos que serán determinantes en lo inmediato: la atención a la migración y la renegociación del tratado de libre comercio.
No existe nada extraño en que un país, el que sea, defienda sus intereses económicos y busque las mejores condiciones para el desempeño de sus finanzas; lo importante es encontrar el equilibrio entre la prosperidad que puede generarse alrededor del planeta, que ha sido hasta el momento la única fórmula exitosa que ha permitido el desarrollo de nuestra especie.
Si en este cambio de época no se privilegia la equidad económica, irónicamente el daño podría provocarse en aquellas naciones que se han ubicado como potencias durante varios siglos, pero que se quedarían aisladas frente al resto del mundo, particularmente los países que han comprendido que la unidad es más conveniente que la hegemonía.
Tomemos el caso del Reino Unido. Los últimos estudios acerca del impacto del llamado “Brexit” coinciden en que la economía británica pasó de formar parte de las potencias globales a quedarse sola en un entorno en el que el resto de Europa la olvidó para adaptarse a la nueva realidad de la separación. Eso no significa que esa nación esté quebrada ni mucho menos; sin embargo, el deterioro en la calidad de vida, los salarios y la competitividad, por mencionar algunos indicadores, la han colocado en un segundo plano financiero a la hora de recomendar destinos para la inversión.
Una encuesta reciente entre los británicos arroja que el 55% de la muestra considera que la decisión de abandonar la Unión Europea fue un costoso error y que solo tres de cada diez entrevistados sigue estimando que estuvo bien hacerlo. A la par, la mayoría de las grandes empresas de esa nación han visto caer su valor y sus ingresos a niveles no vistos debido a los costos que genera vivir aislados de sus vecinos inmediatos.
Un hecho innegable es que el mundo se mueve, tanto sobre su eje como alrededor del sol. Ocurre lo mismo con la economía. Los capitales se mueven y persiguen las condiciones más favorables para obtener rendimientos y oportunidades de negocio; donde las encuentren, sea en India o en México, harán lo necesario para estar presentes.
Es prematuro saber cuál será la oferta al mundo del nuevo tratado de libre comercio de Norteamérica; queda clara la importancia de la economía estadounidense hoy y de las enormes ventajas de la economía mexicana en la redistribución de la producción internacional y de la fabricación de los componentes de la siguiente revolución industrial; lo que todavía no podemos visualizar es si la política de amenazas, uso de tarifas y daños a la mano de obra harán que el resto del planeta decida girar en otra dirección.
México estará bien, creo, aunque eso será una afirmación si América del Norte vuelve a dar una lección sobre libre comercio y se pone de acuerdo para lanzar la nueva era económica del orbe. De ese tamaño es el reto que tenemos enfrente. Ninguno de los países involucrados podrá alcanzar el pleno desarrollo en solitario; ya no estamos en ese tiempo, y lo que está en juego es el modelo de capitalismo, en sus aspectos positivos, al que tanto nos hemos acostumbrado en Occidente y que podría ser desplazado por otro que se construya al otro lado del planeta, en un giro tan posible como evitable si se llega a un buen acuerdo.