En nuestras sociedades modernas una de las principales responsabilidades del Estado es mantener los mínimos estándares de salud pública. Del medio ambiente a las medicinas, de los mantos acuíferos a los alimentos, las autoridades tienen que asegurarse de que los ciudadanos no corren riesgos para su salud al entrar en contacto con ellos. Un gobierno le falla a la sociedad cuando no lo hace y la ciudadanía tendría todo el derecho a exigírselo.
El gobierno que llegó en 2018 y que continúa ahora en su “segundo piso” – como a ellos les gusta decir – ha quedado muy corto en lo que respecta a garantizar la salud pública de los mexicanos.
El último episodio en esta saga lo constituye la presencia del llamado gusano barrenador en el ganado mexicano, detectado por el gobierno estadounidense, quien tomó la decisión de cerrar la frontera entre nuestros países durante 15 días.
El Consejo Nacional Agropecuario no tardó en advertir que podría haber una pérdida para el país de hasta 11.4 millones de dólares diariamente por el frenado de importación de ganado.
A su vez, la Unión de Ganaderos del Estado de Coahuila ha exigido la renuncia del secretario de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), Julio Berdegué Sacristán, y ha pedido también el cierre inmediato de la frontera sur del país con el fin de evitar el ingreso de animales infectados.
Desde el punto de vista estrictamente económico, lo que está en juego es ni más ni menos que el futuro de las exportaciones mexicanas de ganado al mercado estadounidense, cuyo éxito garantiza el bienestar de una gran cantidad de familias mexicanas.
El secretario de la Sader no parece haber asumido ninguna responsabilidad y en cambio ha culpado al gobierno estadounidense por, supuestamente, no haber producido las suficientes moscas estériles para prevenir la plaga en Panamá.
Desafortunadamente, los expertos han señalado que lograr la eliminación de la plaga requerirá de tiempo y es posible que, mientras tanto, haya una propagación de esta. La presidenta ha dicho que, aunque su gobierno fortalecerá las medidas sanitarias, difícilmente cerrará la frontera sur.
Nada de esto son buenas noticias. Por un lado, se abre otro flanco de fricción con Estados Unidos, por el otro, muy probablemente habrá cuantiosas pérdidas de recursos, y, finalmente, se corre el riesgo, después de la pandemia del COVID, de la expansión de una nueva plaga que, aunque no será tan virulenta, sí es capaz de producir una enfermedad muy dolorosa que requiere cirugía para curarse.
Lo central, sin embargo, es la carencia de la capacidad por parte del Gobierno para asumir responsabilidades en el incremento del riesgo en la salud pública de los mexicanos.
Es importante que la sociedad organizada y los empresarios continúen exigiéndole cuentas a las autoridades. Es lo menos que hay que hacer.