Es tan fácil desordenar un proceso. Basta con cuestionar la razón de cada etapa. Y es que no es inusual que las partes, juzgadas de manera separada, ofrezcan interpretaciones distintas a las de un análisis con visión de conjunto.
Pero las circunstancias agregan presión adicional. En la cultura latina, los argumentos de la prisa o de la excepción tienden a detonar –un día sí y otro también– la tentación de saltarse uno o varios pasos. O simplemente de impedir que cada etapa del proceso goce de una digestión saludable.
El antídoto institucional, es la ‘disciplina de método’. Término que alude la conveniencia de mantener el orden y la constancia en la ejecución de ciertas tareas o actividades en el quehacer individual o de grupo, así como a conservar criterios, principios o normas en la toma de decisiones en el tiempo.
¿Qué debe perfeccionar el empresario para nutrir esa disciplina en su quehacer productivo ordinario? Aquí tres puntos para la reflexión:
1) Sin control de impulsos, no hay método que valga.- La concordancia con los deberes, objetivos o necesidades es lo que construye predictibilidad interna en la organización. El arrebato o la ocurrencia irreflexiva alimentan la incertidumbre paralizante.
Puede haber momentos donde la intuición invite a reflexiones o sugiera cautela decisoria, pero una empresa, en el fondo, es la construcción de ciertas formas de gobernar un negocio y esas formas –materializadas en métodos– se interiorizan con consistencia ejecucional.
2) Sólo la consistencia de criterio permite cortes analíticos en el tiempo.- Ningún dato en sí mismo es valioso si no se soporta en una disciplina rigurosa a la hora de recogerlo, de procesarlo y de analizarlo (con los juicios y discernimientos que eso conlleva).
Las organizaciones requieren de una razonable estabilidad en sus formas de leer la realidad y de procesar decisiones. Si el seguimiento metodológico es laxo, las fotografías en el tiempo se tornan cuestionables y los criterios de actuación se relativizan para mal.
3) Una cosa es disentir con el resultado y otra polemizar con el proceso.- Es tan común observar a personas cuestionar el método, la regla o el criterio cuando la realidad no se acomoda a su interés específico que conviene –en frío– enseñar a tirios y troyanos que un mal resultado individual no pone en tela de juicio estructural el modelo.
Uno puede no estar de acuerdo con un resultado específico o los efectos de una decisión concreta, pero no debe llevar a descalificar los métodos, un día y otro más, de manera tan relativa como indisciplinada y acomodaticia.
Construir disciplina en la ejecución implica no sólo desarrollar capacidades institucionales competitivas y consistentes, sino enfocarse en situaciones o problemáticas puntuales del negocio en su cotidianidad. Es una forma de guiar el régimen de la vida corporativa y de ordenar funciones que hacen posible resultados colectivos y engranajes de complementariedad que suman individualidades dedicadas y talentosas.
Por eso no es casual que miles de organizaciones inviertan horas y energía valiosa en ordenar las formas, los actos, los criterios y los propósitos. Porque al margen del negocio de cada uno, no hay entidad productiva sin una palpable y plausible ‘disciplina de método’ en su accionar.
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