El tema del narco rancho de exterminio en Teuchitlán se está volviendo un caso de estudio de manejo de crisis para esta administración. Al principio habían planteado bien su objetivo de que esto no se volviera un “Ayotzinapa” para el gobierno de Claudia Sheinbaum, sin embargo, hubo motivos más profundos que cambiaron la manera en que finalmente se manejó este evento.
La idea inicial de culpar al gobierno estatal y municipal, aunque tambaleante, era un camino mucho más seguro que el mensaje que se planteó en la mañanera del lunes, donde se trató de instaurar la versión de que “no era un campo de exterminio, sino solo de entrenamiento” algo, que además de eximir a todos los involucrados incluyendo al Cártel Jalisco Nueva Generación, es prácticamente increíble para la opinión pública. Sobre todo, después de que inicialmente se aceptó que se encontraron osamentas y diversos restos humanos, además de varios objetos pertenecientes a personas “desaparecidas”, entre ellos una montaña de zapatos que recuerda mucho a las fotografías de los campos de exterminio da la Alemania fascista.
Estos cambios fueron un extraño golpe de timón que solo se entienden cuando observamos que la mañanera del lunes es dirigida e implementada por Jesús Ramírez Cuevas, el jefe de comunicación de López Obrador, que fiel a su estilo, cerró las preguntas solo a los “reporteros” más leales al régimen, para que no hubiera cuestionamientos contrarios a la nueva versión oficial y a partir de ahí dar línea para que, por medio de sus redes de sus periodistas pagados, sus influencers, sus bots y sus trolls, se difunda este nuevo mensaje. En otras palabras y contra lo que se había prometido, se empezó a construir una nueva verdad histórica en torno a este terrible hecho.
Pero ¿por qué hicieron esto? La respuesta es sencilla, el tema del campo de exterminio de Teuchitlán es claramente atribuible al sexenio de López Obrador y se está posicionando como un nuevo elemento probatorio en la “narrativa del narcopresidente”, que últimamente se ha visto reforzada por los dichos del gobierno norteamericano sobre la “relación intolerable” del gobierno mexicano con los cárteles y que se empezó a levantar desde la oposición durante la campaña presidencial en 2024, recordemos que incluso hubo una multa del INE a Xóchitl Gálvez por llamar “narcopartido” a MORENA.
Siguiendo el desarrollo histórico de este tema, las menciones de “narcopresidente” en medios digitales habían prácticamente desaparecido desde noviembre del año pasado, reaparecen tímidamente en febrero, pero con el tema de Teuchitlán se les da un nuevo impulso que ha generado más de 257 mil menciones, 1.1 millones de interacciones y un alcance de más de 185 millones de usuarios, todo esto en los últimos 30 días.
Los anteriores datos seguramente encendieron varios focos rojos en Palacio Nacional, ya que ésta narrativa le duele mucho a nuestro expresidente debido al enorme potencial que tiene de manchar su “legado histórico” cosa que sabemos le importa demasiado. Es por lo anterior que se comisiona al leal Ramírez Cuevas, a quien ya no se había visto tan protagónico, para implementar un copy/paste con las mismas tácticas de desinformación y propaganda que tan bien funcionaron en el sexenio anterior. Lamentablemente, culpar a Calderón era imposible en este caso debido a que las fechas en las que se operó el narco rancho corresponden al sexenio obradorista, así que se optó por descafeinar los hechos y restarle importancia a la existencia de este lugar.
El problema es que el principal vocero para transmitir esta nueva verdad histórica, Omar García Harfuch, no tiene un posicionamiento político como el de López Obrador y más que ayudar a paliar la crisis está sacrificando su credibilidad, la cual es hoy una de sus características más importantes, sobre todo para alguien que es de facto el encargado de la seguridad nacional. De hecho, los comentarios negativos en medios digitales sobre García Harfuch pasaron de 36 por ciento la semana pasada a 68 por ciento en los últimos 3 días, debido a estas declaraciones.
De fondo, lo peor de todo este asunto es que cada palabra e intervención en la infame mañanera del lunes fue un golpe bajo para las madres buscadoras y para los más de 53 mil desaparecidos que dejó el sexenio pasado. No olvidemos que esta clasificación de “desaparecidos” se usa actualmente para para maquillar los números reales de muertes, por lo que es coherente sumarlos a los 200 mil muertos por asesinatos que también dejó López Obrador y su “abrazos no balazos”.
Podría parecer increíble que hay ¡un cuarto de millón de mexicanos muertos! y esta estrategia no tomó en cuenta que una de las primeras reglas del manejo de crisis es ser empático y ponerte en los zapatos de las personas afectadas por tus acciones. Aunque para ser justos, el objetivo siempre ha sido limpiar la imagen del gobierno sin importar cuánta gente muera o desaparezca.
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