A Trump no le funcionó su juego y la realidad le aplicó el costo del incremento de los aranceles. Blofeó y perdió la partida. La aplicación de impuestos a las importaciones lesiona más a la economía de su país que a la de sus dos socios comerciales.
Los norteamericanos, en el pasado, sufrieron experiencias fallidas que mostraron la inconveniencia de aplicar esta política. En 1930, el aumento de aranceles provocó una recesión que derivó en una verdadera crisis económica. En aquel tiempo, mil 28 intelectuales y profesionales de diversas disciplinas alertaron y se opusieron a esa medida gubernamental. No fueron escuchados y se desató la tormenta.
De nuevo, y como disco rayado porque ya lo había utilizado en su primera presidencia, Trump amenazó con aumentar 25 por ciento los aranceles de los productos provenientes de México y Canadá. Otra vez, no se hizo esperar la protesta. Como signo simbólico y emblemático, mil 28 intelectuales estadounidenses, entre ellos, varios premios Nobel, empresarios y algunos congresistas, alertaron y se opusieron a este tipo de medidas por sus implicaciones económicas y diplomáticas. «Es la economía, estúpido», como dijo el clásico.
Lawrence Summers, economista y exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, calificó la acción como una medida inexplicable y peligrosa, que en términos económicos afectaría gravemente a EU y sus socios comerciales, y en el plano diplomático dividiría el mercado de América del Norte, en beneficio de sus adversarios comerciales y políticos.
Horas de especulación, conjeturas y nerviosismo. Ante los temores de una guerra comercial que exacerbaría la inflación y afectaría las cadenas de suministro, se registraron fuertes reacciones en los mercados financieros globales, generando incertidumbre y caídas en los índices bursátiles. Es de reconocerse la inmediata reacción de diversos sectores de la sociedad norteamericana en contra de esta medida draconiana, lo que revela un ejercicio democrático y de libertad de expresión. La protesta es sinónimo de potestad ciudadana.
Por lo pronto, ante estos hechos, la novela surrealista de Trump ha tenido un happy end para México y Canadá. No aplicó los aranceles, pausó la medida 30 días y después es posible que amplíe el plazo seis meses más y, ojalá así sea, hasta el final de sus cuatro años de gobierno. Trump vulneró su credibilidad ante los mercados. A partir de ahora, sus amenazas son juego de malabar.
Sin embargo, serán años difíciles y complicados. Los aranceles no son los únicos instrumentos que pueden ponerse en juego. Otro sería la supuesta complicidad del gobierno de México con los cárteles de la droga. La denuncia de Trump al señalar de narcogobierno al mexicano es muy grave y pone contra las cuerdas a la actual administración. Esta no debe considerarse como una declaración pasajera, tiene la mayor relevancia política que obliga a tomar acciones concretas y convincentes en contra de la inseguridad.
Estos problemas no se han resuelto y las acciones fallidas para solucionarlos son nuestra debilidad ante los vecinos del norte y el mundo. Las causas internas provocan las externas. Urge revisar a fondo la estrategia nacional de seguridad y, con sentido autocrítico, transformarla, convirtiéndola en acciones de reacción inmediata que convenzan a la opinión pública y garanticen paz y seguridad.
En mi opinión, esta debe ser prioridad de la presidenta Sheinbaum. Su gobierno no puede cargar con ese fardo tan pesado. Debería exigirle pruebas a Trump y, si existen elementos, proceder en consecuencia. Es su paso ante la historia.
Por otra parte, hay que tomar conciencia de la posibilidad de que Trump cumpla sus amenazas. El pensar que no pasa nada nos encontraría desarmados ante la emergencia. Es momento de lanzar un plan de apoyo y estímulos a las y los empresarios mexicanos para fortalecer el mercado interno. Esta estrategia sería la mejor defensa frente a las agresiones del exterior. Un gran programa de sustitución de importaciones apoyado con una campaña publicitaria para consumir lo «HECHO EN MÉXICO».
La globalización y el T-MEC nos han abierto enormes posibilidades de exportación, pero hemos descuidado nuestro mercado interno y las regiones pobres del país. La geopolítica nos determina, pero no nos subordina. Somos libres e independientes. Aprovechemos las ventajas comparativas de nuestra vecindad, pero tomemos acciones de gobierno que fortalezcan nuestra economía y democracia y hagan realidad esta convicción republicana.
A Trump le interesan problemas comunes como la inseguridad y la migración. Hay que recordarle que a nosotros también nos interesan el tráfico de armas y la pobreza de la frontera sur y que juntos debemos resolverlos. El primer tema prohibiendo el tráfico y el segundo, con un programa conjunto de inversiones para el desarrollo.