Este año, los premios Oscar se celebrarán el 2 de marzo de 2025, una fecha en la que el mundo entero pondrá su mirada en la alfombra roja, en los discursos de aceptación y, por supuesto, en las películas que han dejado huella. Esto se da después de una serie de eventos desafortunados, en primer lugar, por devastadores incendios en la meca del cine, Los Ángeles, entre otras polémicas que han surgido; este año ha estado muy “accidentado”.
Entre efectos especiales y las grandes actuaciones, lugares hermosos y desconocidos para algunos, existe un elemento que ha sido clave en la historia del cine: la gastronomía.
Desde platillos que han definido personajes hasta escenas que han cambiado la percepción de la comida, la relación entre el cine y la cocina es un banquete de creatividad y cultura, que nos ha enseñado a ver la comida no solo como un elemento decorativo, sino como una herramienta narrativa poderosa. Y, al mismo tiempo, ha moldeado nuestras tendencias culinarias, convirtiendo platillos en íconos culturales.
Si bien la comida aparece en innumerables películas, hay algunas en las que es la protagonista. Un claro ejemplo es “Ratatouille” (2007), de Pixar, que logró algo impensable: hacer que millones de personas desearan probar un plato de verduras. La historia de Remy, una rata con talento para la alta cocina, fue un homenaje a la gastronomía francesa y una carta de amor a la cocina como arte.
Otro clásico es “El festín de Babette” (1987), un filme danés en el que una refugiada francesa, Babette, utiliza sus habilidades culinarias para transformar la vida de una comunidad austera con un banquete inolvidable, reflejando la importancia de la gastronomía un acto de generosidad y conexión humana.
“Julie & Julia” (2009) es una película que entrelaza la historia de la célebre chef Julia Child y la escritora Julie Powell, quien se propuso cocinar las 524 recetas del libro de Child en un año. El filme no solo revivió el interés por la cocina francesa, sino que también impulsó la popularidad de los blogs de cocina, demostrando que la influencia del cine va más allá de la pantalla.
Algunas películas han hecho que ciertos platillos se vuelvan mundialmente famosos. En “The Godfather” (1972), donde Clemenza enseña a preparar unas albóndigas con salsa de tomate, mientras se planea una venganza. Esta escena convirtió el platillo en un símbolo de tradición y familia, consolidando la relación entre la comida italiana y la mafia en el imaginario colectivo.
Y quien puede olvidar a Sally (Meg Ryan) en “When Harry Met Sally” (1989), en el legendario restaurante Katz’s Deli de Nueva York. Allí, frente a un sándwich de pastrami, Sally finge un orgasmo en plena mesa, dejando a Harry (Billy Crystal) y a los comensales atónitos. En la actualidad, las personas lo piden graciosamente entre risitas disimuladas.
También están los inolvidables espaguetis de “La dama y el vagabundo” (1955), que hicieron que compartir un plato de pasta se convirtiera en un gesto romántico universal. Y qué decir de “Forrest Gump” (1994), donde Bubba enumera todas las formas posibles de preparar camarones, despertando en más de uno el deseo de probarlos.
En el cine japonés, la gastronomía ocupa un lugar central en películas de Studio Ghibli, como “El viaje de Chihiro“, donde se presentan banquetes animados con tal nivel de detalle que parecen reales.
La relación entre cine y gastronomía no es unidireccional. Así como el cine representa la comida, también la ha moldeado. Muchas películas han dado lugar a tendencias gastronómicas e incluso han cambiado la forma en que consumimos ciertos productos.
Los documentales gastronómicos, por ejemplo, han tenido un impacto directo en la alimentación. “Super Size Me” (2004) llevó a una reflexión mundial sobre el consumo de comida rápida y su impacto en la salud, mientras que series como “Chef’s Table” han elevado el estatus de los chefs, convirtiéndolos en verdaderas estrellas.
La intersección entre el cine y la gastronomía es una prueba de que ambas artes comparten un objetivo común: despertar emociones. Un buen platillo y una gran película pueden transportarnos a otro lugar, hacernos recordar momentos especiales o incluso cambiar nuestra forma de ver el mundo.
Este 2 de marzo, mientras los Oscar celebran lo mejor del cine, vale la pena recordar que algunas de las escenas más memorables no solo se ven… también se saborean.