Desde tiempos ancestrales, la sabiduría popular ha empleado las cabañuelas para predecir el clima del año basándose en los primeros doce días de enero. Si extrapolamos este concepto a la política y la economía, el inicio de 2025 ya ha mostrado signos de un panorama complejo y desafiante, particularmente en el tema migratorio.
Con Estados Unidos endureciendo su política de deportaciones masivas, la realidad para México es de incertidumbre y consecuencias potencialmente devastadoras.
Entre derechos y realidades
Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2022 había 281 millones de migrantes internacionales, representando el 3.6% de la población mundial. Para México, la migración es una constante histórica: en 2022, el país continuaba siendo el principal origen de inmigrantes en EE.UU., con 10.6 millones de connacionales viviendo en el vecino del norte.
Sin embargo, el nuevo panorama político estadounidense plantea retos sin precedentes. Se habla de entre 1,200 y 1,500 deportaciones diarias, lo que en un año podría sumar más de 360,000 personas que regresarán a México, muchas de ellas sin redes de apoyo ni oportunidades laborales.
“Nada más con los dreamers y los TPS (protección temporal contra deportación), estamos hablando de más de un millón de personas que podrían verse afectadas. No existe precedente que brinde parámetros para dimensionar el tamaño del problema”, señala Xavier Moreno, abogado especializado en política migratoria.
La crisis no solo impactará a los deportados, sino también a las ciudades receptoras. Fronteras como Ciudad Juárez, Tijuana y Piedras Negras serán las primeras en experimentar el colapso de infraestructura y servicios, una situación que se extenderá gradualmente a todo el país.
Los costos ocultos de la migración
La solidaridad es un principio humano esencial, pero también lo es la planeación económica. El gobierno federal ha anunciado apoyos de hasta 2,000 pesos mensuales y seguro médico para los migrantes retornados, lo que implica reasignaciones presupuestales que afectarán otras áreas críticas del país.
“Hay mexicanos que no tienen esos 2,000 pesos, que no tienen servicios médicos. En México ya hay millones de personas en pobreza extrema”, recalca Moreno. “Y si a esto le sumamos aranceles del 25% en EE.UU., más la reducción de remesas por la deportación de migrantes, el impacto económico será brutal”.
La imposición de un impuesto del 10% a las remesas, anunciada como parte de las nuevas políticas estadounidenses, afectará directamente a las comunidades rurales que dependen de estos envíos de dinero. En octubre de 2024, las remesas alcanzaron los 64,493 millones de dólares, siendo una fuente de ingresos esencial para el país.
Fractura social
La llegada masiva de migrantes podría también detonar un aumento en la inseguridad. Como ya ocurre en muchas ciudades de México, es común ver a personas de diversas nacionalidades pidiendo limosna en semáforos.
El problema no es solo económico, sino social: “Mucha gente que llega no se adapta al idioma, costumbres ni forma de vida del país que los recibe”, indica Moreno. “En Europa ya lo están viviendo con migrantes de África y Asia, y en EE. UU. con comunidades latinas. El choque cultural es inevitable”.
El fenómeno también plantea una cuestión de derechos: si bien los migrantes tienen derechos humanos inalienables, también los tienen los ciudadanos que ya habitan en México. “Que no se nos olvide que también debemos proteger los derechos humanos de las personas que ya viven aquí. Hay gente en condiciones precarias que verá cómo sus impuestos se destinan a atender a migrantes, mientras ellos siguen sin acceso a servicios básicos”, advierte Moreno.
El ajedrez político
Las decisiones de EE. UU. están marcando la agenda de México. “La política dicta las leyes, y dado que la política ha dado la orden, ahora veremos qué se necesitará para detenerla”, explica Moreno. Con la posibilidad de una segunda era de Trump y un posible mandato de J.D. Vance, el futuro de México estará condicionado por las decisiones que se tomen en Washington.
El problema migratorio no tiene una solución sencilla ni inmediata. Regular el flujo de personas, garantizar derechos y mantener la estabilidad económica son retos que México enfrentará en los próximos años.
Las cabañuelas del sexenio predicen tormentas políticas, inundaciones de crisis sociales y sequías de oportunidades. La pregunta no es si México está listo, sino cómo enfrentará este huracán migratorio que apenas comienza.