La llamada telefónica entre ambos mandatarios, Sheinbaum-Trump, despresurizó, por el momento, la álgida situación por la que se transitó con la imposición arbitraria de 25% de aranceles a los productos de exportación de México hacia Estados Unidos y que auguraba una guerra comercial en donde todos perdían, aunque el impacto a la economía de nuestro país hubiera sido brutal.
La espada de Damocles seguirá pendiendo sobre la cabeza de México, mientras el gobierno mexicano no obtenga resultados tangibles en frenar los flujos de migrantes, el tráfico de fentanilo y otras drogas sintéticas, amén de combatir a fondo a los cárteles de la droga, que están coludidos con políticos de alto nivel, en diversas entidades del territorio nacional como el caso de Sinaloa, Tamaulipas, Tabasco, Sonora, Guerrero, Veracruz, Michoacán y otros tantos estados, además de que está documentado por las agencias de inteligencia de Estados Unidos la connivencia de Andrés Manuel López Obrador con algunos de esos capos.
La presidenta Sheinbaum tiene un mes para emprender la purga de funcionarios públicos que traicionaron la confianza de los mexicanos, al coludirse con el crimen organizado para obtener pingües ganancias económicas y políticas, como ocurrió en 2021, en la elección para gobernador en Sinaloa, en donde ganó Rubén Rocha Moya, con el apoyo descarado del Cártel de Sinaloa y que, a decir del exgobernador de esa entidad, Francisco Labastida, está catalogado como un narcogobierno.
Por desgracia, la estrategia desarrollada por el anterior gobierno de “abrazos, no balazos” permitió el empoderamiento y control de los criminales en vastas regiones del país y, para arrebatarles esos territorios y recobrar la paz y la seguridad pública, se van a requerir meses y meses de trabajo y más policías como Omar García Harfuch para mostrar resultados positivos tangibles para aquietar las aguas en la Casa Blanca.
En cualquiera de los casos, es loable el mes que ganó la mandataria mexicana en retrasar la imposición de aranceles, porque en ese tiempo se pueden establecer las mesas de negociación entre ambos gobiernos para caminar juntos en una agenda bilateral enfocada al trasiego de drogas, migrantes y armas; comercio y T-MEC y otros rubros que tienen que ver precisamente con la vulnerabilidad del Estado de derecho que prevalece en México con la reforma judicial que se aprobó con mayorías calificadas artificiales en el Congreso.
La presidenta tiene un mes para quitarse la loza que carga desde el 1 de octubre y que está fraguada con personajes que gozan de la protección del anterior presidente, no obstante que son auténticos pájaros de cuenta.
El cordón umbilical debe ser cortado para que la doctora pueda desplegar sus capacidades, toda vez que tiene una visión muy diferente a su antecesor en temas como la seguridad pública, economía, sustentabilidad, educación, desarrollo tecnológico, salud y en la apertura a la iniciativa privada en sectores que estaban vetados por López Obrador, como el energético y el de telecomunicaciones, tan solo por citar algunos.
La primera mujer presidenta tiene un enorme campo de oportunidades para revertir la crisis que heredó de su antecesor; para empezar a darle identidad propia a su gobierno, debe deshacerse a la brevedad de esos impresentables que empañan su gestión, como Rubén Rocha, Francisco Garduño, Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Américo Villarreal, Félix Salgado Macedonio y otros tantos angelitos de la 4T.
El enemigo principal de la presidenta y de México está en las filas de Morena y aliados; por ello debe aprovechar la coyuntura para sacudirse a esos parásitos que le enturbian su gestión.
Un triunfo para Claudia Sheinbaum en el affaire con Trump, aunque este sea pírrico.
Treinta días que servirán para apaciguar las aguas, aunque si se derrocha ese lapso en mentiras y simulaciones, en menudo lío estaremos a partir de marzo.
Donald Trump necesita como aliados a México y Canadá ante los reales enemigos comerciales de Estados Unidos como China y otras regiones del orbe; empero, el gobierno mexicano tiene que hacer la tarea para recobrar la confianza de las altas esferas políticas y económicas de la Unión Americana, so pena de pasar a la lista de enemigos de los norteamericanos.
No hay que perder de vista que, independientemente de cómo se desarrollen las relaciones comerciales y diplomáticas entre México y Estados Unidos, la fraternidad que prevalece entre ambos pueblos no la podrá destruir ningún mandatario que pretenda usarlos como carne de cañón en sus pretensiones hegemónicas y expansionistas.