La sumisión y la zalamería mostradas por los republicanos ante Donald Trump en su mensaje a la nación, en el Capitolio, no se habían visto nunca en la historia de ese país y menos las injurias vertidas contra los demócratas y Joe Biden, sobre todo cuando las campañas políticas terminaron con la asunción del magnate a la presidencia del país más poderoso del mundo.
El evento duró más de 200 minutos, parte por el discurso del mandatario y parte por los aplausos y reverencias que le prodigaban los vasallos a la reencarnación del nuevo mesías que salvará al mundo.
Ante un orate se mueve la nueva conformación geopolítica del orbe, en donde los aliados tradicionales se separan de Estados Unidos para conformar nuevas alianzas que les permitan resistir el embate del presidente norteamericano.
La apología de su propia personalidad, el egocentrismo y narcisismo de Trump provocarán el sufrimiento de millones de personas en el mundo por las medidas proteccionistas e incluso militares que desplegará contra enemigos y supuestos amigos. Contra todos aquellos que no se plieguen a sus designios.
La población estadounidense se verá afectada por los impuestos arbitrarios que aumentarán la inflación en el país y que desestabilizarán su producción. Esto sucederá también por los impuestos que otros países pondrán a sus productos de exportación.
Donald vive en un mundo de ensueño en donde él es principal protagonista y redentor del mundo.
Sus arrebatos contra México y Canadá representan un búmeran que le pegará en la cabeza tarde que temprano, ya que al maltratarlos con toda clase de sanciones, lo único que logrará será que ambos países miren hacia otras regiones del orbe para establecer acuerdos comerciales más ambiciosos.
Los consumidores y empresas norteamericanos requieren los productos mexicanos en sus cadenas de valor y en sus hábitos de consumo y, al encarecerlos con la imposición de aranceles, causará el rechazo a su presidente, quien de hecho ha perdido rápidamente su popularidad para colocarlo en niveles del 40% de aprobación.
La guerra comercial, en primera instancia para cristalizar sus propósitos, como apropiarse del Canal de Panamá o de Groenlandia, o extraer petróleo de lo que ahora se conoce allá como el Golfo de América; y en segunda instancia la amenaza militar como una alternativa más radical para aquietar a sus enemigos.
En este contexto es en el que se mueve la presidenta Claudia Sheinbaum, con la agravante de que heredó una serie de conflictos mayores, como la inseguridad pública y la connivencia de funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno con los capos de la droga.
Los aranceles y otras medidas que vendrán en el futuro provocarán de entrada la recesión económica, devaluación, inflación y desempleo. Luego, con la pérdida de la calificación crediticia, tan solo se tendrá dinero para cubrir los intereses de la deuda, pensiones, gasto corriente, gasto federalizado y algunos programas de política asistencial, lo que significa el fin del regalo de dinero público.
De ese tamaño serán las trumpadas, sobre todo si Claudia Sheinbaum no se pone las pilas, en lugar de andar perdiendo el tiempo en organizar mitines en la plancha del Zócalo.
Podrá convocar a 100 megamanifestaciones; eso no contendrá al nuevo mesías.
Si alguien pensaba que Trump iba a quedar satisfecho con la extradición de 29 criminales mexicanos a EU, pues se ha llevado un gran chasco, mientras que la operación limpieza que debe realizar la mandataria mexicana no entregue a esos pájaros de cuenta incrustados en la 4T.
Si no lo hace ella, vendrán los gringos a llevárselos.
Trump ha repetido hasta el cansancio que el gobierno mexicano tiene una relación inaceptable con los narcos y ello, de suyo, lo justifica para vulnerar el territorio mexicano y extraer a los terroristas mexicanos.
Por desgracia, la existencia de los narcopolíticos en México es una dolorosa realidad que nadie desconoce, sobre todo en entidades que son gobernadas por personajes de dudosa reputación, como el caso de Sinaloa con Rubén Rocha Moya y otros tantos mandatarios estatales que, incluso, ya no pueden viajar a Estados Unidos, como sucede con funcionarios del gobierno federal y familiares del presidente López Obrador.
El apostarle al diálogo y la diplomacia nunca será una apuesta perdida, pero para lograr resultados se deben tener varios ases bajo la manga para lograr acuerdos que no dañen tanto a la economía mexicana.
Los planes de la jefa del Ejecutivo federal de llevar a México al top ten de las economías del mundo, se quedaron en un sueño guajiro que solo existe en ese México irreal que construía todas las mañanas Andrés Manuel López Obrador con mentiras tan absurdas y siniestras como el contar con un sistema de salud como el de Dinamarca.