Hace algunos años, en comunidades de la Sierra Norte de Oaxaca, un grupo de mujeres zapotecas decidió transformar su forma de producir y comercializar. Apostaron por prácticas agroecológicas, instalaron sistemas de captación de agua de lluvia y crearon un mercado regional que hoy abastece a múltiples comunidades. Sin grandes inyecciones de capital externo, pero con profundo conocimiento del territorio y una visión clara: proteger la tierra no era solo un deber ambiental, era asegurar su futuro económico y de quienes dependen de él.
Este tipo de liderazgo, local, resiliente y transformador, rara vez ocupa los grandes foros de inversión. Como bien apunta Caroline Criado-Perez, las estructuras de poder siguen diseñadas para ignorar esas voces. No por malicia, sino porque siguen operando bajo la ilusión de neutralidad: premiar solo lo que se parece al modelo tradicional, invisibilizando todo lo demás. Invertir con una perspectiva de género en el cambio climático no es entonces una concesión ni una cuota. Es corregir un error de medición y dejar de subestimar talento, resiliencia e innovación real.
Cuando ponemos la lupa en los datos, el argumento se vuelve aún más claro. Las empresas de clima lideradas por mujeres tienden a generar mayores impactos sociales, ser más inclusivas en sus modelos de negocio y ofrecer mejor desempeño financiero a largo plazo. Sin embargo, solo el 7 por ciento de la financiación de capital de riesgo se destina a empresas lideradas por mujeres en mercados emergentes, y apenas el 10 por ciento se invierte a nivel global en tecnología climática liderada por mujeres. (IFC, She Wins Climate).
Otras cifras y estudios también lo respaldan, las compañías con mujeres fundadoras o cofundadoras generan un 10 por ciento más de ingresos acumulados, según el Boston Consulting Group y un análisis de Women’s World Banking muestra que los fondos de inversión con enfoque de género tienen un mejor desempeño en términos de retorno ajustado por riesgo. Rentabilidad e impacto no son términos divorciados; son aliados estratégicos cuando invertimos con visión sistémica.
El crecimiento de más de 535 bancos verdes a nivel mundial muestra una tendencia alentadora, pero no suficiente. Como advierte el informe The State of Green Banks 2025 de Climate Policy Initiative, si bien el número de bancos verdes sigue aumentando, su enfoque en objetivos sociales inclusivos, como la equidad de género, no ha avanzado al mismo ritmo. Muchos de estos bancos siguen operando bajo modelos tradicionales que priorizan métricas ambientales, pero sin integrar de manera intencionada el liderazgo femenino ni los impactos diferenciados que el cambio climático tiene sobre las mujeres. En lugar de replicar viejos esquemas, los bancos verdes tienen una oportunidad histórica, no solo financiar la transición climática, sino rediseñarla con una lógica inclusiva desde su ADN.
El Green Climate Fund, el mayor fondo multilateral para el clima, ha movilizado más de $12 mil millones de dólares en financiamiento climático, con mandatos crecientes de inclusión de género en sus proyectos. Pero los números sobre financiamiento con un componente de liderazgo o beneficio directo para mujeres, nos dicen que aún falta. En el mercado privado, el gender lens investing (la inversión que toma en cuenta intencionadamente los impactos sobre mujeres) sigue siendo marginal frente al volumen total de inversiones de impacto.
El cambio, sin embargo, ya está en marcha. Fondos como Galvanize Climate Solutions, en Estados Unidos, han movilizado más de mil millones de dólares apostando por soluciones climáticas de infraestructura, energía y regeneración, incorporando liderazgo diverso como parte de su estrategia de inversión. Galvanize nos muestra que la transición hacia modelos de inversión climática inclusiva no es filantropía sino una visión estratégica que ya está atrayendo capital institucional a gran escala.
No pretendo construir un argumento para “ayudar a las mujeres”, es un argumento para hacer mejores negocios y acelerar el cambio que necesitamos. Como nos recuerda Criado-Perez, el problema nunca fue de falta de talento, sino en sistemas ciegos al talento que no responde al molde tradicional. Cambiar eso requiere decisiones de inversión más conscientes y ambiciosas. Invertir en mujeres líderes en clima significa expandir nuestra capacidad colectiva de adaptación, innovación y regeneración. Significa reconocer que la sostenibilidad y la equidad no son causas separadas, sino dos caras de la misma moneda.
En mi próximo artículo, hablaré sobre la relación entre salud financiera y cambio climático, una conexión ausente en muchas de las “conversaciones globales”, pero que es esencial para entender qué significa realmente construir resiliencia.