La discusión no es nueva; lo que es nuevo es la urgencia de contar con una solución pronta que desactive un peligroso cáncer para las denominaciones de origen en México, que de suyo han enfrentado históricamente problemas graves de falta de regulación y apoyo. Repasemos los postulados de la problemática que plantea la posibilidad de que una cierta DO como tequila o mezcal pueda ser administrada por diferentes “entes” que puedan definir qué producto califica para ser vendido o exportado.
La ley, nuestra ley, la de propiedad industrial que regula Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas, es totalmente omisa en señalar la estructura, alcances, funciones y facultades de los consejos reguladores, a pesar de que en la práctica son las entidades que permiten gestionar los derechos de la DO en el mundo, promover la disciplina y la capacitación de los productores, hacer mercadotecnia y publicidad y certificar los productos para garantizar la observancia de la NOM y la calidad perdurable de la tradición que les da origen.
Lamentablemente, resoluciones desorientadas por parte de la Cofece en el pasado reciente, y un tribunal colegiado, han pretendido abrir la función de certificación del mezcal y el tequila a otras entidades diversas al Comercam y al Consejo Regulador del Tequila, poniendo en riesgo a toda una industria que se construye en base a la confianza de los consumidores. Hay que recordar que, para que una DO sea reconocida y protegida, debe demostrar fehacientemente que los insumos empleados en la manufactura de los productos distinguidos con la denominación comparten características comunes que les son dadas por el clima, el suelo, el agua y otros elementos no replicables sin el aporte geográfico que corresponde a su origen.
Si se atiende a la experiencia de cientos de denominaciones de origen europeas, que tienen un largo recorrido, en todos los casos encontraremos que uno de los elementos fundamentales para su supervivencia y crecimiento ha consistido en su administración unificada en un solo consejo regulador, que posea el peso de la representación de los productores, pero con la suficiente autonomía para tomar las mejores decisiones para la defensa y crecimiento de la DO.
En un mercado con el nivel de complejidad que hoy se enfrenta, en términos de normatividad, protección de propiedad intelectual, importaciones paralelas, filtros antipiratería, reglas de origen y comercio exterior, así como el gran desafío de mantener visibilidad en un mundo sobresaturado de ofertas de todo tipo, el liderazgo de un solo consejo regulador por cada DO, que reúna experiencia, solidez y profesionalismo, es indispensable para la adecuada gestión de la diversidad de intereses que convergen en una figura de este tipo.
Nuestro país, finalmente, está arribando al punto en el que su patrimonio cultural inmaterial puede detonar riqueza en todas las regiones, permeando sus efectos positivos en amplias comunidades de productores de toda clase de artículos y expresiones. En ese proceso, hay decisiones que no admiten margen de error, especialmente cuando la experiencia ha dado ya respuestas categóricas a las dudas y cavilaciones.