El autor es Consultor en Estrategia Digital y Campañas Políticas.
La elección del Poder Judicial será una contienda con participación mínima. No habrá mítines, ni spots, ni debates públicos. No habrá una narrativa poderosa que emocione al electorado, ni una ola de interés ciudadano que lleve a millones a las urnas. Será una elección de estructuras.
El Instituto Nacional Electoral (INE) estima que la participación podría ubicarse entre el 8 por ciento y el 15 por ciento del padrón electoral, lo que confirma que esta será una contienda dominada por la operación y no por el interés general.
El próximo 1 de junio, sin duda, ganará quien sepa decirle a la estructura cómo votar, ya que en este tipo de elecciones —de baja visibilidad, con reglas restrictivas y sin incentivos de participación— lo que define el resultado no es el discurso, sino la ejecución.
Y aunque estarán en juego 881 cargos judiciales, incluidos jueces, magistrados y ministros, dentro de un padrón de más de 99 millones de ciudadanos, todo indica que será una minoría altamente organizada la que decida el rumbo de esta elección histórica.
La clave está en saber identificar esas estructuras. Ahí entra la ciencia de datos como herramienta quirúrgica. Con el análisis adecuado, es posible detectar secciones electorales donde Morena, por ejemplo, gana elección tras elección, aun cuando la participación general cae. Esos patrones no son casuales, son señales de operación. Son zonas donde hay estructura.
En las elecciones de 2021, hubo más de 18 mil secciones electorales donde Morena ganó con resultados muy similares a los de elecciones previas, a pesar de variaciones en la participación general. Esto no es casualidad. Es una estructura. Una máquina de operación electoral que resiste cualquier variación del entorno.
La ciencia de datos permite identificar esas secciones. Con los registros históricos de participación se pueden detectar patrones que revelan zonas de control político. Ahí no hay voto de opinión. Hay operación.
En esas secciones debe concentrarse la estrategia. No se trata de convencer al votante común, sino de darle dirección a quien ya está convencido. De recordarle cuándo, cómo y por qué votar. De darle una instrucción clara, simple y efectiva.
A través de la ciencia de datos se pueden leer las señales: saber si una estructura requiere refuerzo, si está en riesgo de dispersión o si necesita una narrativa funcional para mantenerse sólida.
Esta no será una elección ganada en redes sociales ni en debates televisivos. Será ganada en el mapa, en las matrices, en la capacidad de detectar los puntos clave y operar sobre ellos. No con promesas, sino con precisión.