El campo de exterminio humano y de adiestramiento para sicarios, ubicado en el municipio de Teuchitlán Jalisco, ha acaparado la atención total de la opinión pública, de los noticieros y hasta del gobierno de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum. Y no es para menos. Los presuntos casos de asesinato masivo, que puede ser de cientos de personas en el lugar, rivalizan con cualquier otro caso de masacres conocidas desde que la estrategia “abrazos, no balazos” se estableció en nuestro país como garantía de impunidad.
Que si es o no un campo de exterminio, que si se trata de un campo de adiestramiento, que si la ropa encontrada es de sicarios, que si la fiscalía de Jalisco tiene la culpa, que si aún no se atrae el caso, que si hay un distanciamiento evidente entre Alejandro Gertz Manero y Claudia Sheinbaum, y un largo etcétera nos han mantenido de una pieza en el sillón, asombrados de la capacidad de maldad de la raza humana y en particular, de los grupos criminales mexicanos.
Pero en éste nuevo capítulo de maldad, ya sea desde el crimen o desde el gobierno, la exposición de temas preocupantes ha pasado a segundo término. Hemos sido capaces de olvidar nuestra relación con el mundo mientras tratamos de digerir esta vergüenza internacional que ha significado la ubicación de un campo de exterminio como no se veía desde la segunda guerra mundial.
El campo de cremación humana en Jalisco nos ha hecho olvidar que estamos a poco más de 10 días de que el presidente Donald Trump determine imponer aranceles del 25 por ciento a todo, sumado a los impuestos que ya se pagan en este momento. Hemos olvidado que el anterior presidente nos dejó un país en ruina financiera, es decir, en quiebra técnica debido a que todo el dinero para el gasto corriente y los diferentes fondos de contención se utilizó para regalarlo a los mexicanos que se muestran encantados porque finalmente el gobierno los mantiene.
Es una verdadera tristeza que, a la advertencia de una situación de crisis, conocida en el mundo financiero como recesión, no exista la más mínima preocupación y acción para contener una circunstancia que puede detener nuestro crecimiento al menos una década más. En páginas de interiores, como normalmente se envían los asuntos menos importantes en la prensa escrita, aparece una advertencia de que México está a punto de caer en recesión al acumular más de dos trimestres con crecimiento negativo.
La calificadora Fitch Ratings considera que el crecimiento del Producto Interno Bruto para este año 2025 será de 0.0 por ciento, mientras que para el año 2026 se pronostica un crecimiento de apenas 0.8 por ciento. Aunado a ello, la calificadora revela que para el segundo trimestre de este 2025 nos ubicaremos en recesión técnica. Entiendo que esto de la recesión le “viene guango” a la mayoría de las familias mexicanas que lo único que les importa es que el gobierno les regale dinero del erario, pero si nos ponemos a pensar, si el país cae en recesión, tarde o temprano el dinero que el gobierno regala, no por una motivación altruista, sino por un mero interés político electoral, se terminará.
Las empresas calificadoras nos avisan con mucho tiempo de anticipación que la economía mexicana caerá en recesión si no se toman las medidas necesarias para evitarlo. Ahora bien, ¿qué significa estar en recesión? En términos sencillos es un periodo en donde la productividad no crece, por lo tanto, las empresas no pueden pagar a sus empleados. Caer en recesión se traduce en poco trabajo, desempleo y encarecimiento de los productos y del dinero.
Esta historia ya la conocemos. En la medida que se agudiza la desaceleración económica y se establece la recesión, crece el desempleo y los productos empiezan a subir de precio de manera descontrolada, de tal forma que el gobierno se ve obligado a ofrecer aumentos salariales de emergencia, cayendo en una carrera de precios y salarios cuyo efecto se reflejará en un incremento de la inflación. Todo esto que le he explicado, no es una exageración. Los expertos más serios en la materia coinciden en que México está a las puertas de una crisis como las que se veían en la década de los 80, y nada se hace para evitar o contener esta posibilidad.
Todos entendemos la gravedad de lo que ocurre con los crímenes de lesa humanidad ubicados en terrenos de Jalisco, pero es fundamental que la opinión pública este consciente de los otros frentes que tenemos abiertos como país importante en el concierto internacional.
La relación con los Estados Unidos no es cualquier cosa, y todo aquello que la dañe o le beneficie tendrá efectos directos en la relación bilateral. No olvidemos que el embajador entrante de los Estados Unidos, Robert Johnson, considera que si México no hace lo necesario para el combate al crimen, detener el envío de fentanilo a los Estados Unidos y si mantiene un esquema migratorio desordenado, de manera unilateral, nuestro socio comercial actuará militarmente en consecuencia a las omisiones mexicanas.
No quiero pensar que el reto como país es demasiado grande para la presente administración, pero es mi deber el señalar que olvidan temas fundamentales y que no sería nada deseable que la “liebre nos salte” desde donde menos lo imaginamos.