La primera y segunda semanas de marzo los mercados financieros tuvieron fuertes sacudidas, la caída de las bolsas estadounidenses, junto con las de otros mercados en el mundo, fue clara expresión de la inestabilidad e incertidumbre reinantes en los mercados bursátiles.
Los índices más representativos en Estados Unidos como el Dow Jones y el Standard and poor’s mostraron caídas que tan sólo en una semana acumularon cerca del 8% de pérdidas, como resultado de la incertidumbre provocada por la desaceleración económica que se espera, así como de la guerra comercial lanzada por Estados Unidos y sus alzas arancelarias.
Ante este escenario, las especulaciones en torno a la devaluación de diversas monedas, no se hizo esperar. Como en crisis anteriores, se especulaba que el peso mexicano se devaluaría frente al dólar de manera significativa, no obstante, ante la mirada de los más optimistas, el peso, según dicen ellos, ha mostrado una fortaleza pocas veces vista.
Los principales defensores y promotores del gobierno actual que mantiene sus tesis en torno a la Cuarta Transformación (4T), han señalado que esta estabilidad del peso se ha logrado gracias a las acertadas decisiones del Banco de México, así como de la Secretaría de Hacienda, y sostienen que el peso se fortalece constantemente, pese a las políticas adversas del principal socio comercial del país: Estados Unidos.
Esa aparente fortaleza del peso mexicano solamente se explica por la ausencia de memoria de los analistas, ya que si recordamos la paridad hace apenas 10 meses, el peso cotizada a 16.65 pesos por dólar el 16 de mayo de 2024, para luego alcanzar cerca de los 21 pesos el 3 de marzo de este año de acuerdo a los datos que publica el propio Banco de México, sin embargo, las últimas semanas se ha hablado de una continua recuperación de la moneda mexicana, al alcanzar cotizaciones que rondan los 19 pesos cada billete verde.
Haciendo una reflexión estrictamente monetaria y no politizada del comportamiento del peso mexicano, éste no ha observado un fortalecimiento frente al dólar, lo que realmente explica su aparente recuperación, es el continuo debilitamiento de la moneda americana.
Por ejemplo, el dólar americano pasó de una cotización de 1.04 por 1 euro el pasado mes de febrero a hoy estar ubicándose en cerca de 1.10, de la misma manera frente al Yen la moneda norteamericana pasó de ¥150 por dólar a ¥145 durante el mes de marzo.
Esta tendencia de debilitamiento del dólar también se observa de manera clara en sus cotizaciones frente al Renminbi de China (Yuan) el cual ha pasado de casi 7.30 por dólar a menos de 7.25 en el mismo periodo de febrero a marzo.
Este debilitamiento del dólar frente a monedas fuertes da buena cuenta de la aparente solidez de monedas como la del peso mexicano que, a pesar del enorme déficit fiscal, el endeudamiento público, la caída en las inversiones extranjeras, y el abultado gasto público mantiene un tipo de cambio, medianamente estable.
El debilitamiento del dólar actual obedece a una serie de condiciones generadas por las políticas de Donald Trump entre las que destacan los altos aranceles impuestos a sus principales socios comerciales y vecinos fronterizos como Canadá y México, además a los aranceles impuestos a las mercancías chinas y a diversos productos europeos, entre los que destacan el acero y el aluminio que ha alcanzado gravámenes del 25%.
Ante este escenario, diversos expertos y analistas ven la posibilidad de que otras monedas como el euro o el propio yuan aumenten su participación como moneda de reserva en los bancos centrales. Incluso en la última reunión del Banco Central Europeo este 12 de marzo, en Frankfurt, Alemania, con expertos economistas y representantes de países, el ambiente fue muy optimista hacia el futuro del euro, pues consideran que esta moneda puede convertirse en refugio frente a lo que se visualiza como un posible declive del modelo basado en el dólar propiciado por las erráticas políticas de Trump.
La gran incógnita es si estamos ante los umbrales del fin de la era del dólar y las implicaciones que esto traería para economías tan estrechamente vinculadas, como es la mexicana.
El autor es Doctor en Ciencia Política, especialista en política internacional y asuntos regionales y del Medio Oriente. Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.